La política ambiental es la transformación y mortificación de objetivos con fines para mejorar el medio, conservar los principios ambientales y naturales de la existencia humana y fomentar un desarrollo sustentable.

Muchas son las pautas de la falta de sustentabilidad de los procesos provisores y colectivos que llevan al desarrollo de los países, los que repercuten en problemas como la creciente urbanización de América Latina. La indigencia urbana y los cinturones de marginalidad, la producción sin control ni medidas ambientales, el empobrecimiento de las opciones naturales y el estallido indiscriminado, además de la creciente contaminación del suelo, agua y aire, la pérdida de los bosques y la desertificación, la disminución de la capa de ozono, y tantos otros, son problemas hasta hoy sin solución.

Se necesita llamar la atención en cuanto a que la transformación genera mayor vulnerabilidad sobre las opciones naturales y mayor daño. Sin embargo, esto no significa que se esté contra la transformación económica. Lo que ocurre es que, sin representaciones ambientales competentes y sin una comunidad civil alerta, consciente, congregada y asociada, este desarrollo económico y accesible puede llevarnos a la pérdida del patrimonio ambiental y natural, base de muchas de las pujanzas y factibilidades futuras de los seres humanos.

Hace un par de décadas atrás, el medio no formaba parte de las principales preocupaciones de los hombres. Hoy en día, en cambio, la conciencia de que el lugar en el cual vivimos no es una opción invulnerable e inagotable se está instalando en la agenda pública de los Estados y en la cultura de las sociedades actuales.

A pesar de esto, el cometido de las políticas ambientales se halla aún en pañales frente a los urgentes retos de los siguientes años, y no es difícil pensar que participaremos de una profunda nueva mirada ambiental de la política y el desarrollo.

El problema de la misión ambiental depende, especialmente, de los políticos, que no son diferentes del resto de la comunidad.

Los gobernantes, como el resto de los humanos, tienen una conducta poco previsora. ¿Cuántos de nosotros nos colocamos el cinturón de seguridad en los automóviles por miedo a las multas y no como medida de prepararse ante un accidente? Con la capacidad actual del conocimiento, se podrían llevar a cabo evaluaciones que evitarían muchas dudas sobre el ambiente.

En algunas oportunidades se toman determinaciones que, no es que vayan en contra del conocimiento científico, sino incluso contra el entendimiento común.

El proyecto y el establecimiento de una política ambiental en los países en desarrollo, se debe tomar como un condicionante importante para lograr la similitud e imparcialidad, la transformación económica e indiscutiblemente, la conservación del ambiente. Dicha política ambiental deberá integrar características de estabilidad a través de los años; consistencia con el desempeño fundacional y universal; y teniendo en cuenta la cantidad de dirigentes públicos y privados, así como de las condiciones políticas, sociales y económicas municipales.

El triunfo de la misión ambiental deberá basarse en una clara explicación de objetivos y prioridades que, además, debe ser coherentes con las necesidades reales de la sociedad humana.

Es muy difícil acordar, preparar, y llevar a cabo una política ambiental alejada de lo inverosímil, si no nos planteamos desmitificar el tema de lo silvestre o salvaje, convocándola dentro de la colectividad y al servicio de los intereses de nuestra comunidad, dentro de la governanza (cosa pública) como ocurre con la seguridad y la educación.