Anoche se vivió en el Madison Square Garden uno de los mejores partidos que se recuerdan en mucho tiempo en la cancha de los New York Knicks. Enfrentó a los Charlotte Hornets y a los New York Knicks y tuvo emoción y alternativas por parte de ambos equipos desde el inicio hasta el final del encuentro.

El partido empezaba bien para los New York Knicks que en el primer cuarto arrancaban ocho punto de ventaja a unos Charlotte Hornets que veían como el marcador empezaba con quince cinco en el minuto siete y un veintinueve veintiuno en el minuto doce.

Un inicio poderoso de un equipo, los New York Knicks que estaban enchufados.

El segundo cuarto empezó muy bien para el equipo de La Gran Manzana hasta llegar incluso a aventajar de otros siete puntos en el parcial para un total de quince para el minuto siete y medio. Sin embargo esa ventaja se derrumbaba en cuatro minutos y el cuarto acababa con un veintinueve a veintitrés para el equipo de Carolina del Norte. En cuatro minutos y treinta y siete segundos el equipo de Nueva York había encajado un siete a veinte que destrozaba el trabajo de los anteriores diecisiete minutos y medio.

El tercer cuarto era un mero trámite para ambos equipos, que veían como los mayores parciales no superaban los cinco puntos y ningún equipo lograba distanciarse peligrosamente en el marcador.

De hecho los últimos minutos fueron un intercambio de canastas en el que ambos equipos iban pasando a ser los que comandaban en el marcador. Un treinta a veintisiete para los Charlotte Hornets que dejaba el marcador en ochenta a setenta y nueve y todo por decidir en el cuarto periodo.

En el último cuarto los ánimos estaban muy caldeados y se luchaba cada balón como si fuera el último.

Las defensas estaban muy cerradas y los nervios empezaban a atenazar las muñecas. Los jugadores no lograban anotar de manera demasiado regular y de hecho ambos equipos se quedaron por debajo de los veinte puntos. New York Knicks logró diecisiete por trece de Charlotte Hornets, quedando el marcador en un noventa y seis a noventa y tres para los de Nueva York.

El final del partido estuvo tan trabado que, con la llegada de los nervios finales, el marcador no se movió desde que quedaban un minuto con veinticuatro segundos hasta que quedaron ocho décimas y Carmelo Anthony anotó uno de los dos tiros libres de una falta personal a la desesperada.

Un partido tenso de principio a fin, como los de los mejores tiempos del Madison Square Garden. Puro baloncesto.