Pasan las horas y aumentan los nervios. Esos que están presentes desde el mismo momento en que Boca y River quedaron cruzados para los octavos de final de la Copa Libertadores. No sólo en la interna de cada equipo, sino también en todo el entorno del 'Superclásico'. Jugadores, técnicos, dirigentes, hinchas, el periodismo y seguramente muchísima gente más ajena al mundo del fútbol, forman parte del espectáculo deportivo más importante de la Argentina. Y justamente todos estos componentes son los que lo hacen tan especial, pero en esta oportunidad ocurre que son tres los partidos, ya que chocan también el próximo domingo 3 de mayo, en lo que es la antesala de los duelos "coperos" del 7 y del 14 de mayo.

Más allá de los innumerables factores que pueden prevalecer o ser parte de un 'Superclásico', el hecho de que sean tres los cruces en solo diez días le permite a un partícipe siempre presente, tomar más protagonismo que en otras ocasiones: el miedo. Y fue el técnico de Boca, Rodolfo Arruabarrena, que exteriorizo en palabras lo que, seguramente todos los que forman parte de esta fiesta, pueden sentir en mayor o menor medida. En ese acto de sinceridad, que puede ser muy cuestionado por los fanáticos talibanes de cualquier equipo, "El Vasco" describió un sentimiento o una sensación que seguramente puede ayudar a acercar o alejar del éxito a alguno de los dos equipos, y que no discrimina por el color de la camiseta.

Ahora bien, claro está que al momento de que empiece a rodar el balón, dicen, que todo lo periférico queda de lado. Ocurre que esta vez hay pensarlo por tres y, acto seguido, lo que conlleva también, elevado a la tercera potencia: al miedo. Por eso, el equipo que mejor sepa manejarlo, que lo haga con la inteligencia más extrema posible, estará más cercano a la gloria cuando ya todo haya pasado.

¿Es bueno admitirlo? ¿O sería mejor intentar no sentirlo? Lo cierto es que este factor, toma aún más preponderancia con la cercanía y, sin lugar a dudas, se va a poder ir encasillando de acuerdo a lo que ocurra el próximo domingo. Porque más allá que por la copa es ida y vuelta, que se juega distinto, que el gol de visitante te suma dos en caso de empate, o cualquier otro detalle que hace a la Libertadores diferente al torneo local, este certamen los encuentra compartiendo la primera colocación, y los ánimos seguramente se modifiquen para el futuro próximo de acuerdo a ese resultado.

¿Qué ocurre si empatan en el ámbito local? Eso es tan impredecible como aventurarse a dar un resultado pero, por el bien de los espectadores neutrales que son los que realmente llegan a disfrutar de estos cruces, esperemos que ninguno de los dos equipos le tenga miedo a jugar bien y salir a buscar las victorias. Ese es el miedo que más debiera atemorizarnos. Miedo a atacar, miedo a tirar una pared, miedo al ridículo. Y así, miedo a cada una de las situaciones de un partido que puede enmarcar un proyecto como exitoso y a otro todo lo contrario.

El país se paraliza con estos duelos y quien resulte mejor parado luego de los tres enfrentamientos se encaminará hacia alguno de los títulos seguramente. Por el bien del espectáculo, esperemos que lo que no se paralicen sean las piernas de los protagonistas. ¿Miedo? Imposible no sentirlo.