El conjunto de Marcelo Gallardo se tomó una gran revancha tras la derrota por el Superclásico local: en un luchado y polémico partido de ida por los octavos de final de la Copa Libertadores, venció por 1 a 0 a los dirigidos por Rodolfo Arruabarrena en el Monumental y llega con buen panorama al choque de vuelta en la Bombonera, el próximo jueves.

La trilogía del clásico más grande del fútbol argentino continuó de manera apasionante. Luego del primer choque a favor de Boca, los "millonarios" aventajaron a su rival eterno en la fase eliminatoria con un buen resultado, ya que mantuvo su arco en cero, teniendo en cuenta la clave del gol de visitante.

La táctica previa elegida por ambos entrenadores vislumbraba lo que finalmente sucedió, un partido friccionado en mitad de cancha. Uno y otro eligieron dos mediocampistas de contención, Ponzio y Kranevitter por un lado y Gago y Cuba por el otro. Resultado: siete jugadores amonestados y un sólo expulsado sobre el final por parte del árbitro Germán Delfino; el colombiano Teo Gutiérrez.

En ese contexto River se hizo fuerte y a base de presión ganó la batalla de pizarrón, se adueñó de la pelota y trató de superar la línea de fondo "xeneize", aunque sin claridad en los últimos metros y abusando de los centros cruzados. Boca, en cambio, atinó a tratar de salir rápido en los pocos momentos que tuvo la pelota, pero el uruguayo Lodeiro no gravitó y todo pasó por los pies de Gago, que trató con su claridad salir del constante roce.

Entre medio de infracciones y cortes de juego constantes con faltas graves de ambos conjuntos, Delfino no logró impartir justicia de la manera que el reglamento lo especifica: Funes Mori, Vangioni, Sánchez, Pérez y Cuba son algunos de los apellidos que merecieron dejar el campo de juego antes de los 90 minutos.

La pelota iba de un lado a otro; River tenía más posesión pero no lograba superar eficazmente a Boca en cuanto a situación clara de gol; hasta que llegó la emoción largo sobre el final.

Kranevitter recuperó el balón en una salida del visitante y habilitó al ingresado Martínez, que con rapidez le ganó la posición al lateral derecho Marín, para que este lo enganche entrando al área cuando quedaba en clara posición de gol.

Penal bien sancionado por, a esa altura, el cuestionado Delfino. El uruguayo Sánchez se hizo cargo y, entre charlas persuasivas del arquero Orion, cambió por gol la pena máxima para hacer delirar a las más de 60 mil almas que colmaron el estadio Monumental.

Para los segundos finales, un mano a mano desperdiciado, antes de ser expulsado, por Gutiérrez.

En un clima lleno de emoción, alegría y nerviosismo, terminó el segundo superclásico de la trilogía y el primero por Copa Libertadores, que hoy lo encuentra mejor asentado a River de cara al próximo jueves, cuando se defina en la Bombonera el pase a cuartos de final, en lo que será la tercera y última batalla de mayo.