En el marco de la ansiada final de la Supercopa de la Uefa celebrada en Tiflis, capital de Georgia, se auguraba un encuentro con todos los condimentos posibles. Si bien parecía haber un claro favorito no se discutía la posibilidad de presenciar un buen espectáculo. Sevilla iría por la hazaña de destronar a un Barcelona que hasta la fecha había ganado todo y parecía no salir de esa tónica. El club catalán en tanto, disponía de algunas bajas importantes como la del crack brasilero Neymar (baja por unas inoportunas paperas) y el español Jordi Alba (lesionado en el partido frente a la Roma en el Joan Gamper).

El choque sería colosal, símil aquella final entre Liverpool y Milan por la final de la Uefa Champions League 2004-2005. En poco menos de cinco minutos el argentino Ever Banega marcaría un tiro libre esplendido tras la limitada reacción del portero alemán Ter Stegen. El Sevilla comenzaba con el pie derecho tras las repercusiones que indicaban que poco tenía que hacer frente a la máquina culé. Dicha hipótesis se comprobaría algunos minutos después.

Luego de algunos análisis despectivos hacia su persona, Lionel Messi fue discutido en su entorno. Pese a tener un optimo rendimiento en la Copa América junto al seleccionado argentino las críticas se hicieron escuchar tras la derrota en la final. Quizás ese sea el punto de inflexión que soslaya al Barcelona de la Selección Argentina, allí el crack sí es un referente pero no el responsable de las victorias y las derrotas.

Tal es así que minutos después de que el Sevilla abriera el marcador, Messi supo encontrar el empate en una situación similar. Con toda la templanza del mundo ejecutó su tiro libre por encima de la barrera casi a la esquina del portero Beto que nada pudo hacer ante tal obra de arte. Pero cuando se habla del crack argentino todo adjetivo calificativo queda pequeño ante su unidimensionalidad, peor aún luego de su segundo tiro libre.

Un poco más lejos y habitual para el latigazo desde afuera, balón que pega en el palo para simbolizar la segunda puñalada al conjunto sevillano. Después de todo cuando hay futbolistas así en cancha se puede esperar cualquier desenlace.

Para que no se pierda la costumbre del festival en los partidos importantes, Barcelona pudo concretar un 4 a 1 que parecía quitar todas las esperanzas del rival.

Primero Rafinha tras una excelente asistencia de Luis Suarez, quien además anotaría el cuarto tanto trasla servidade Sergio Busquets que le permitió definir con comodidad. Con tres goles de distancia el partido parecía estar sentenciado, es por esto que el Barcelona pasó a jugar en piloto automático. Grave error de subestimación que se pagaría bastante caro.

El antagonista de esta historia sería un jugador propio del Barcelona, al menos en los dos primeros descuentos. Jérémy Mathieu tuvo una floja actuación, saltó a destiempo en el gol de Reyes y cometió una imprudencia en el penal que Gameiro transformaría en el 4-3 parcial. Sin Iniesta ni Rafinha en campo de juego el Barcelona intentó defender su diferencia como podía hasta que a diez minutos del final del partido el recién ingresado Konoplyanka pusiera la igualdad.

Un marco candente que llevó el encuentro a la prórroga donde el Barcelona pudo anotar el quinto gol que le otorgó el título de supercampeón de Europa. El héroe casualmente fue Pedro, aquel que su futuro parece incierto en la entidad culé. Barcelona suma su cuarto título internacional de la temporada 2015. Impresos en la historia una vez más.