De un tiempo a esta parte, el Fútbol argentino ha desandado un camino de infructuosas premisas acerca de cómo debía pararse un equipo si se querían obtener buenos resultados. Por caso, Caruso Lombardi, entre otros, ha recibido el mote de técnico ‘’sacapuntos’’, haciendo referencia este mote a su presunta efectividad para conducir un equipo. Las tácticas del susodicho no van más allá de un dibujo 4-4-2 con laterales contenidos, un doble cinco combativo, volantes con llegada y buenos cabeceadores. Sentando sus bases en ello, los equipos de Caruso se disponen a partir de un pelotazo al campo rival en busca de la famosa segunda pelota.

A partir de allí, y ya con el campo de frente, comienza la gestación –o lo que quede de ella- para llegar al gol. Esta metodología ha sido el paradigma de moda a lo largo de los últimos años y, no sólo en equipos que pelean la permanencia en la elite del fútbol argentino, sino también en aquellos denominados grandes. Por ejemplo, Boca Juniors no ha dudado en contratar a Falcioni cuando los resultados eran esquivos.

Lejos de denostar al fútbol ‘’pragmático’’, trataré de esbozar en las siguientes líneas las diferencias que hacen a la revolución que, actualmente, transita el fútbol local.

Fue el Newell’s de Martino el primero en acudir a la gestación de juego desde la línea de fondo, abriendo la dupla de centrales y bajando el mediocampista central a recibir la pelota para salir del fondo.

Los laterales, en este dibujo, se sitúan por la mitad de la cancha, consiguiendo así una superioridad numérica a la hora de atacar por las bandas. Contra todo paradigma de turno, logró el Tata salir campeón con su Newell’s Old Boys, tras nueve años.

En 2014, Marcelo Gallardo desembarcó en River Plate para llevar a cabo la idea más transgresora de los últimos tiempos.

Con la intensidad como premisa fundamental, el conjunto del Muñeco presionaba en ¾ de cancha, forzando el error del rival y haciendo una jugada de riesgo de cada balón recuperado. Con laterales bien adelantados y volantes con llegada al área en todas las jugadas, el ritmo sostenido se hacía inaguantable para el rival de turno.

Aquel River rompió con todos los esquemas. El River de Gallardo hizo comúnes en el vocablo futbolero palabras tales como intensidad, carácter, presión alta, etc, etc. De allí en adelante, se generó un cambio. Es así que hoy se puede apreciar esta misma tendencia en diversos equipos. Por caso, el revulsivo Rosario Central, del Chacho Coudet. Defensa central abierta, un volante central que se mete entre los centrales, laterales adelantados y llegando a fondo en todas las jugadas, presión alta y superioridad numérica en ataque, son algunos de los conceptos de la Revolución. Otro caso es el nuevo Quilmes de Facundo Sava, que en sus cinco partidos como entrenador, aún no conoce la derrota.

Sin dudas que el fútbol argentino se ha vuelto más dinámico y esto siempre es una buena señal. No por nada, hoy por hoy, la selección argentina cuenta con no menos de tres jugadores del medio local, cuestión que antes parecía utópica. La revolución está en marcha, agárrense fuerte.