Cuando el Gobierno no logra controlar su adicción a la impresión de billetes (léase, efecto inflación), sobreviene uno de los monstruos más grandes que puede temer: la debilidad de su moneda. Como efecto rebote, el empresario y el trabajador ven cómo el billete que tiene en sus manos pierde valor minuto a minuto. Ante esta situación, la única vía para resguardar sus ahorros es refugiarse en una divisa estable y fuerte, como es el Dólar. Y allí viene el conflicto cambiario.

Pérdida de reservas líquidas.

Luego de la salida de la convertibilidad en el año 2002, la economía del país entró en un tipo de cambio regulado por el Estado (antes era una economía atada al valor del dólar).

Es uno de los pocos países que no tiene tipo de cambio flotante, sino que quien lo estipula es el Banco Central. ¿Qué ventaja tiene el tipo de cambio flotante? Que el que lo regula es el mercado mismo, con subidas y bajadas que le permiten a la divisa nacional competir con otras, favoreciendo al mercado exterior.

Al poseer un tipo de cambio regulado por el Estado, este perjudica en ocasiones a los privados, al limitarles el comercio internacional, con la consecuente pérdida de empleos privados, al intervenir directamente en la exportación e importación.

En el año 2011 el gobierno de la presidenta Cristina Fernández decidió proteger las reservas del Banco Central bajo al excusa de que había que favorecer a los exportadores, ya que la importación se estaba llevando los dólares del país y perjudicando a su vez la producción nacional.

La decisión fue equivocada. No sólo perjudicó a la importación sino que también a la exportación, al encarecer en dólares (gracias a la inflación de los pesos y al tipo de cambio fijo) el costo de la producción. El comercio exterior además se vio enormemente afectado por las retenciones crecientes que se le aplicaron.

El país entró en una vorágine que derivó en una continua pérdida de dólares por varios huecos que no lograron cubrir.

El miedo, el principal factor en los negocios, creó una paranoia por el dólar. Si sumamos a esto una creciente base monetaria, mes a mes el tipo de cambio real (convertir la base monetaria respecto de los dólares existentes en el Banco Central) iba en aumento. La expansión de los pesos iba en sentido contrario a la reducción de los "verdes" en las arcas del país.

La única solución momentánea la encontró Juan Carlos Fábrega, al reducir drásticamente el valor del peso respecto del dólar un 20% en enero de 2014. De esa manera, un ajuste en el tipo de cambio redujo la brecha de tipo de cambio real entre el peso y el dólar. Sin embargo, esto no cayó bien en el gobierno y fue desplazado. A partir de allí, con Vanoli al frente del Banco Central, se retomó el estilo anterior.

Al día de hoy, la fuga de divisas continúa mes a mes y la expansión monetaria sigue su curso. Pero, para llevar calma a los mercados, se desarrolló una trampa contable, un dibujo, que permitirá sobrevivir unos meses más.