Es elevado el número de mujeres que, por imposibilidades económicas, por falta de capacitación (estudios), y no pudiendo acceder a ciertos privilegios, se sienten excluidas. Esto provoca en ellas depresiones y limitaciones emocionales que las llevan a caer en pozos de angustias.

Dentro de este marco existen quienes, por sus posibilidades económicas, su capacitación y acceso a círculos de privilegios, establecen diferencias. Viéndolo desde estos patrones, también nosotros podríamos hacerlas.

Pero no es verdad que una mujer es distinta a otras, ya que todas guardan en su interior lo mismo; sueños, ilusiones, anhelos, deseos.

Todas son sensibles al dolor y resistentes a los embates de la vida; sólo que se manifiestan de diferentes maneras a causa de todo lo que han vivido y según lo hayan sentido.

No hay mujer gorda ni flaca, alta o baja, vieja o joven; la mujer es mujer y nunca dejará de ser un cofre abierto o hermético, pero cofre al fin, de todo lo que brinda o todo lo que guarda. Por lo que se entiende que amar a una mujer no es tarea del machista que busca siempre hacer su voluntad, ni del nene de mamá que caprichosamente intenta siempre ser satisfecho, ni del celoso empedernido que sólo trata trocar sus enojos, gritos y frustraciones por caricias que no merece, obsesionándose con ver lo que nunca quisiera ver.

Amar a una mujer no es tocarla en el hombro para que se dé vuelta, nos satisfaga y luego quedar dormidos. Amar a una mujer, no es ilusionarla hasta que, descaradamente, le hagamos saber que no somos capaces de entregarle todo cuanto le hemos prometido.

Amar a una mujer es tarea de un auténtico caballero que sabrá leer su corazón, dispuesto a ofrendar su tiempo para protegerla, su compromiso para tenerla siempre cerca, su esfuerzo por ofrecerle cada día lo mínimo e indispensable.

Es tarea de quien es capaz de guardar su ego, su amor propio en el bolsillo y ofrecerle su comprensión y ayuda. Un auténtico caballero se manifestará con acciones que la coronen con su confianza, la distingan con su respeto, la honren con su lealtad, la ciñan con su amor, y la cubran con el distintivo más profundo... Su fidelidad.