La primer funda de guitarra nació en un país lejano del que hoy no se tiene consciencia, ni en la web ni en libros de historia. Si preguntan como supe que existió realmente este lugar, es porque aún la tradición de contarle a los verdaderos músicos la historia de la primer funda de guitarra sigue en pie.

A mí me la contó un viejo anciano que no tenía no, los pies sobre la tierra y que le faltaba tanto pelo que de hecho hasta tenía una cantidad de piel que le sobraba. Sus manos eran gordas como un mango y sus dedos como plátanos, eran, si dijéramos hoy día, manos de boxeador.

Y su fuerte era el folklore.

En ellas tantas notas habían vibrado que su intención al contarme la historia de la primer funda fue la de hacerme hacer la primer funda con mis propias manos de mi propio instrumento, de allí mi funda.



La manera de tocar su instrumento, que este viejito anciano venía llevando era la de la precisa nota. Su oído, tan afilado como una katana sacaba las vibraciones del fondo de su instrumento acústico como una campana de iglesia se hace sonar y oír, y en el fondo de cada nota se precisaba exactamente el sonido de una galaxia que cambiaba absolutamente su ubicación en el plano temporal. Como si fuera poco este ancianito no veía y tampoco escuchaba su propia música, sino que la inventaba en el aire y la hacía volar.

La imaginaba y la vivía como si su vida dependiera de ello. Así es que me contó la historia, la verdadera y única historia de la primer funda de guitarra de la actualidad.



La funda nacida de una especie de árbol que ya hoy día no se encuentra en el suelo, sino que su espesor se agitó tanto al armarse para cuidar de la primer funda que no precisamente se puede utilizar hoy día si no es con una mano tan delicada que haga que la tela no se raye, porque su tela, su hilo es tan fino que casi no puede tocarse y que si acaso un viento la desplomara al suelo la guitarra se vería absolutamente deformada por la debilidad y sutileza que tiene este material para con el madero de la guitarra, del instrumento.





Esta funda que ya no se tiene en la vida real fue compuesta por un viejo ciego en un lugar sagrado y en un tiempo divino, su forma es la de la exacta forma de una guitarra de hoy día que nadie tiene, pero esta guitarra es tan única que es imposible de ver porque aún está bajo el halo de la luna que la protege y no podemos ver porque su oscuridad absorbe toda luz que en ella se refleja.

Por eso aún no se ha visto esta funda, pero hay quienes dicen que si se lo ve a un hombre con pelo erizado y mucha barba es posible verla, tocarla y hasta escuchar a este hombre milenario que hace música tan sagrada que es dificil creer que aún pisa a veces, cada milenio, el piso de nuestras ciudades, selvas, desiertos y montañas. Y hasta se mueve en una nube.

Es preciso a este hombre darle una bendición porque puede, con sus poderes musicales devorarlo a uno y tragar a su amor. Por eso este hombre debe ser venerado con todo y cada hombre en su hogar debe tener una luz siempre prendida en representación a la música. A toda la música. Y la música debe dejarse a los músicos de verdad que conocen esta historia. Sin embargo hoy día solo hay un hombre que conoce esta historia y aún no ha podido ser publicada.