A comienzos de siglo, Lele Cristóbal se encontraba sumando vivencias en Europa, trabajando en varios restaurantes en los que aprendió gran parte de su oficio. A su retorno, no tuvo dudas: era hora de tener su propio lugar. Y entonces proyectó y concretó su sueño: Café San Juan, situado en la avenida que lleva su nombre, en San Telmo.

De ambos viajes trajo muchos recuerdos: “De chico estuvo buenísimo porque ni sabía qué había del otro lado. Fue como una exploración: comí, viví, trabajé, aprendí. Esa parte estuvo buenísima. Después, la segunda vez que me fui, que me quedé más tiempo y viví en Barcelona, era todo el auge de la comida moderna. Fue una época que marcó un montón de cosas: la cocina, la moda, el turismo”.

Pero ese espíritu inquieto buscaba algo más: “En ese momento estaba en Barcelona, hacía bastante que era cocinero y me fui a vivir a las Islas Canarias; fue como arrancar de vuelta. Trabajé en un restaurant alemán que me encantaba. Después empecé a trabajar en un maison gallego y me cambió realmente la forma de cocinar. Me cambió el estilo y la forma de verlo”.

Pero el viaje estaba llegando a su fin porque había un objetivo claro y determinante: “Cuando volví a Argentina, abrimos Café San Juan. Me había marcado demasiado ese último tramo. Y es lo que hago hoy. Comprar directamente el producto, cocciones y sabores más simples, que se entienda qué estás comiendo. Me influyó bastante eso”.