Un río de tinta ha corrido recientemente en diarios internacionales sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, y a pesar de que es un hecho innegable y en suma trascendente que estas dos naciones con posturas y sistemas políticos-económicos opuestos se hayan dado la mano, todavía faltan por concretarse puntos importantes para cantar victoria.

La serie de imágenes de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama en un contexto de aparente cordialidad y diálogo que ha dado la vuelta al mundo resulta un hecho innegable; por otra parte, resulta increíble y por esto mismo trascendente porque Estados Unidos había fungido como el acérrimo enemigo de la isla caribeña, hay que recordar por ejemplo la lucha entre el socialismo y el capitalismo que siguió hasta la muerte Ernesto, "el Ché", Guevara, quien, junto con Fidel Castro, derrocó con la Revolución cubana al otrora Gobierno autoritario de Fulgencio Baptista.

Ahora, sin embargo, gracias a la intervención del Vaticano mediante las gestiones protagonizadas por el Papa Francisco durante 18 meses con representantes de ambos países, el acuerdo diplomático representa -más allá de la suspicacia natural de residentes y ciudadanos cubanos y estadounidenses que aún se encuentran entre incrédulos y escépticos por el trasfondo de este diálogo- un triunfo de la diplomacia.

No obstante, hasta el momento se trata de un acuerdo que se ha realizado únicamente en el discurso. Falta que el Congreso estadounidense lo apruebe. Algo que se ve difícil toda vez que la mayoría de los integrantes congresistas pertenecen al Partido Republicano de oposición.

A pesar, entonces, de esta hazaña que marca un precedente en la historia de estas relaciones bilaterales, hay un punto crucial que aún se discute y tiene una importancia primordial en ambas naciones: los prisioneros y la cárcel de Guantánamo, ubicada en la bahía del mismo nombre, en Cuba.

Según lo dado a conocer en el diario La Jornada y en una entrevista realizada por el canal estadounidense CNN, Obama aseguró que pretende cerrar esa cárcel, bajo el argumento de que reduciría en mucho el gasto que se realiza por cada recluso. Esto, aseveró, no fue considerado en el presupuesto militar de 2015 aprobado recientemente en el Congreso estadounidense, pese al enorme gasto que representan los internos.

Obama, a este respecto, ha mencionado que hará todo lo que esté a su disposición para concretar su propuesta.

Buenas intenciones, sin duda, aunque hay que ser cuidadosos pues, como reza el adagio popular, de buenas intenciones se encuentra repleto el camino al infierno.