Para entender el negocio del narcotráfico, se debe entender el funcionamiento del sistema capitalista. Si bien los Estados nacionales tienen leyes en sus constituciones, estas parecen ser, en general, herramientas de dominación para las grandes masas, mientras los dueños del Imperio capitalista del mundo, sólo buscan negocios ilegales, que son los que a priori, les confieren poder. Para que esto marche, los supuestos funcionarios "legales" hacen la vista gorda a cambio de dádivas, comisiones y otras tantas regalías, que permiten acrecentar los mercados negros de todos los delitos que perjudican a la humanidad y al planeta.

Uno de estos negocios turbios, que no están legalizados para que los países no controlen y para que la demanda y las ganancias crezcan, es la venta de estupefacientes.

En este "rubro", Joaquín Guzmán Loera, alias "El Chapo de Sinaloa" -personaje particular para una novela policial negra, como las escritas por Mario Puzo o Truman Capote-, sería uno de los más altos empresarios del planeta. Sin dudas un genocida, por los asesinatos cometidos: fue autor de entre 2000 y 3000 homicidios de manera directa. Y jefe de uno de los carteles más importante de México, donde lidera la organización internacional denominada "Alianza de Sangre", en el Estado de Sinaloa, en el norte del país azteca.

La historia de Guzmán en el negocio de la droga comienza cuando las políticas neoliberales del mundo empezaban a vislumbrarse, tras la "Guerra de las Galaxias" entre EEUU y la URSS.

Esto afianzó las economías basadas en la venta de artículos ilegales, como las drogas y las armas, y México se insertó de manera directa en esto, gracias a su proximidad con el mercado de mayor consumo a nivel mundial: EEUU.

Así, Guzmán comenzó trabajando para Gallardo, jefe del cartel de Guadalajara. En el año 1989, Gallardo fue detenido y el cartel de Guadalajara se dividió; Guzmán aprovechó y fundó su propio cartel en el norte de la nación azteca.

Por su parte, la otra rama, comandada por los Arellano, formaron el cartel de Tijuana, lo que inició una feroz competencia que dio por resultado, en 1993, un tiroteo entre las dos bandas en el Aeropuerto de Guadalajara, Jalisco.

Guzmán fue capturado en 1993, pero en 1995 escapó, desatando una búsqueda prolongada que culminó el 22 de febrero de 2014, cuando en Mazatlán fue capturado por la Marina de México.

Pero todo eso no sólo le da una pincelada a la coyuntura para tapar la verdad. Bajo la figura de Guzmán, entre el miedo por sus crímenes y las acciones delictivas narradas en forma de hazaña, la ciudadanía mexicana fue absorviendo esto como parte ya de su propia cultura. Cultura que le canta corridos a uno de los jefes mafiosos más importantes del mundo. Porque estos delincuentes, al igual que los militares que hicieron de Latinoamérica un holocausto, saben las mismas técnicas de tortura y de represión, debido a sus valores basados en la soberbia, la prepotencia y la tiranía, propias del capitalismo.

Guzmán es una pieza más de tantas de esta maquinaria brutal, que mata en todas direcciones.

Por dentro de las organizaciones delictivas, y por fuera dejando a millones de personas con las facultades alteradas por el efecto de las drogas, que salen a delinquir creando una inseguridad permanente en las poblaciones desoladas.

Guzmán, seguramente, estará en estos momentos disfrutando de unas vacaciones en una prisión de máxima seguridad, siendo un "preso" VIP. En definitiva, protegido por un sistema al que él le brindó su vida entera.