Han pasado 23 años desde el atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires. Sin embargo, no hay pruebas concretas en el expediente, aunque la Corte Suprema afirme que la investigación no está cerrada. Fueron tres las partes que investigaron el caso. La Corte Suprema de la República Argentina, ha designado a cuatro jueces diferentes, y han elaborado hipótesis que van desde la autoría del atentado por parte del gobierno sirio, la participación de narcotraficantes, la intervención de grupos relacionados con la jihad islámica y hasta por Hezbollah.

Todos aquellos sospechosos detenidos fueron liberados por falta de pruebas y el Estado de Israel no ha tenido la preocupación debida en el caso por razones que no sabemos. Por el momento la causa está prescripta técnicamente.

En Washington, más precisamente en el Capitolio, el martes 3 de marzo, como si fuera un candidato a algún cargo en esa nación, se presentó el primer ministro del Estado de Israel, Benjamín Netanyahu. A pocos meses de las elecciones en su país, el aliado de EE. UU. hizo una visita relámpago, para ganar votos frente a las nuevas posturas que el presidente Obama fue tomando respecto de Irán. En el congreso, fue invitado por la extrema derecha para explicar sus próximos movimientos, cual soldado del imperio, denunciando a Argentina y al Estado islámico de Irán, por encubrirse mutuamente.

Pero lo más sustancioso fueron sus consejos sobre el acuerdo nuclear que tiene Irán y que, mientras el premier israelí hablaba, se estaba materializando en Suiza entre John Kerry y su homónimo iraní.

El argumento esgrimido es que Irán no utilizará la energía nuclear para actividades pacíficas sino para la construcción de bombas.

Se olvidó que Israel fue denunciado por sus propios científicos en 1986, por la producción de armas nucleares, que le costó a más de uno el reclutamiento a las cárceles del aliado incondicional de EE. UU. en Medio Oriente, junto a Arabia Saudita.

La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, no tardó en responder, y mencionó las nulas pruebas que el Estado de Israel presenta.

Cristina dijo que Netanyahu llegó a Washington con el objeto de frenar los acuerdos con Irán y mencionó que el 17 de marzo hay elecciones en Israel, casualmente a 23 años del estallido de la bomba en la embajada hebrea en Buenos Aires.

No dejó de referirse al caso Nisman citando a a Joseph Humiere, director de "Center for a Secure free Society", quien aseguró que la idea del malogrado fiscal no era implicar a la presidenta directamente sino utilizarla estratégicamente para llevar el caso a las cortes penales internacionales. El mismo dijo que Nisman quería que los iraníes se presentaran ante la justicia penal porque las alertas de interpol no funcionaban.

El gobierno de Israel acusa abiertamente a Hezbollah, un grupo político militar libanés creado en los años '80 para repeler la invasión judía de la perla de Medio Oriente, como era llamado este pequeño país cercano a Siria.

Lo acusa implicando a Irán quien, supuestamente entrenó y cooperó con armas a dicho movimiento, que por otro lado tiene el 80% de aprobación de las poblaciones cristianas, drusas y sunnitas del Líbano.

Por el lado de Irán y de los gobiernos progresistas latinoamericanos, esta acusación no es sino un claro artilugio para invadir a la milenaria nación persa, y no permitir un desarrollo inevitable que este país con 70 millones de habitantes, abundante petróleo y una educación científica importante, debe generar.