La actual situación política y económica en Brasil es caótica. Al pedido de la oposición de someter a juicio político a la mandataria, se sumó la encuesta que fue publicada por el diario local, Folha de Sao Paulo, el último jueves, en el que se dio a conocer la sensación que siente la población por los hechos de corrupción que salpican a su investidura presidencial.

Durante las últimas horas del día viernes, desde el gobierno salieron al cruce de las versiones que afirmaban el supuesto alejamiento de Dilma Rousseff del ejecutivo; fue el ministro de justicia Eduardo Cardozo, quien desmintió la existencia de una presunta carta en la que Rousseff daba a conocer su renuncia a la presidencia.

A pesar de esas versiones, se supo que Dilma Rousseff mantuvo una intensa reunión con su equipo de trabajo para ejecutar modificaciones en su gabinete. Según confirmó la cadena O Globo, el día viernes, una de las posibles incorporaciones al gabinete ministerial sería el de su antecesor, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) quien tendría la función de modificar ese panorama hostil y limpiar la imagen devastada de la mandataria brasileña.

Para los próximos días se espera la respuesta contundente de parte de los ciudadanos, y de los sectores opositores; precisamente el líder del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) Aécio Neves, oficializó la convocatoria para el próximo 16 de agosto, para realizar una movilización solicitando el juicio político.

Las voces de juicio político retumbaron con fuerza durante esta última semana. Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados, es uno de los precursores que apoyan esa demanda ante el parlamento.

A ello se suma el resultado de la encuesta de diario Folha, publicado el último jueves, allí se registra que el 66% de los ciudadanos encuestados esta de acuerdo de que la mandataria Dilma Rousseff sea sometida a un juicio político.

De nada sirvió el corto televisivo que el gobierno de Rousseff difundió, el viernes, en el que reapareció Lula da Silva y el actual presidente del PT brasileño (Partido de los Trabajadores) Rui Falcão, y con el que Dilma tenía la intención de revertir los ánimos ya exaltados. “Yo tengo el corazón y el oído puestos en este nuevo Brasil” afirmó Dilma en aquel corto. Ese mismo viernes, en diferentes puntos de Brasil, resonaron las cacerolas en rechazo a los argumentos emitidos por la presidenta.