Con los celulares se acabaron las charlas interminables en los cafés, se silenciaron los gritos exagerados de los bohemios en los bares, que aparecían realizando ademanes grandilocuentes frente a un público atento y atónito que giraba sus cabezas y paraba sus orejas observando y escuchando lo que sucedía en los interiores de los oscuros salones.

Con las tablets finalizaron las disputas y los duelos a muerte de quienes tergiversaban los datos y, con maravillosas actuaciones, persuadían sobre la veracidad de sus dichos, estadísticas, nombres, campeonatos, goles, carreras, presidentes, ciudades, monumentos, atentados, romances, películas, actores y todo tipo de temática que tuviese algún mínimo de precisión en la información dada.

Con las notebooks se acabaron los relatos acerca de aquellas mujeres que eran hermosas, voluptuosas, delgadas, rubias, morochas, altas, petisas, casadas, solteras, que permitían un vuelo a la imaginación por los lugares más volátiles de la mente humana, derribando cualquier fantasía con el solo hecho de presionar el perfil de la página de Facebook.

Alguna vez dijo Carlos Salvador Bilardo que los pibes hoy juegan más a la Playstation que al fútbol en las plazas, que los potreros se encontraban en peligro de extinción. También más de una mujer ha manifestado su decepción frente a hombres que las invitan a salir por mensajes de textos evitando el enfrentamiento personal. Entonces, por qué no decir que la tecnología con Google, Wikipedia, y los distintos polos de información, está matando cualquiera de estas versiones persuasivas que escapan a datos concretos, pero que alimentan cotidianamente parte de la idiosincrasia nacional.

El trabajador de la palabra, el constructor del relato, el amante de las exageraciones desmedidas, el profeta de los probables sucesos acaecidos, el inventor de las historias de colectivo, se encuentran en peligro de extinción frente a quienes llevan el arma despiadada del aparato digital con la bala cargada de la precisión, la información, y el dato frío certero.

La síntesis son los cables de un dispositivo, que muestra el grado de conexión en el que vivimos, y que no deja nada liberado a la improvisación de los genuinos diseñadores de la tergiversación.