Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883, siendo el primogénito de seis hermanos. Se recibió de abogado, profesión que siempre le resultó indiferente y comenzó a trabajar en una empresa de seguros en la que continuó desempeñándose hasta el año 1922 solicitando una jubilación o retiro anticipado por haber contraído tuberculosis. El autor de las cosas imposibles falleció un día como hoy  en el año 1924.

Durante los años previos a la Primera Guerra Mundial, el autor conoció a muchos de los más destacados vanguardistas checos, con algunos llegó a trabar amistad a su vez que se familiarizó con los preceptos y fundamentos básicos del socialismo.

El autor de “La metamorfosis”, “El proceso”, “El castillo”, “En la colonia penitenciaria”, etc., conoció en 1920 a Milena Jesenská-Polak a quien le entregó la mayor parte de sus Diarios.

En muchos casos sus relatos parecían ser extrañamente autobiográficos. De modo que resulta muy difícil separar la vida del autor de su obra. Sus textos, muchas veces calificados de oscuros, tienen en cuenta un modelo a seguir muy ligado a las ideas de rebelión y de castigo. Tal vez el autor buscara una lógica inversa a la que una culpa siempre buscará un castigo.

El problema es la misma vida. Lo peor de todo lo constituye el hecho que quien resulta castigado no tiene ninguna posibilidad de conocer la causa de su condena. Como consecuencia de esto, varios de sus personajes atraviesan por situaciones insoportables, siendo imposible que recobren la paz en su vida.

Este notable narrador contrajo tuberculosis muriendo el día 3 de junio 1924, pero unos instantes antes de fallecer le ordenó a su amigo Max Brod que destruya todos sus escritos, entre otras causas por considerarlos insignificantes. Por fortuna del destino, Brod desobedeciendo su última voluntad, publicó sus textos un año después de su desaparición física.

Lamentablemente muchos acontecimientos de la actualidad nos remiten a los más oscuros e inexplicables hechos narrados en las novelas de Franz Kafka.