Hace dos días estuvo el hijo de José Ignacio Rucci en el programa "Intratables" hablando del caso de su padre, como víctima del terrorismo. Tal vez la palabra "víctima" no sea la justa para un sindicalista que vendió a los trabajadores al mejor postor y que no dudó en corromperse y en negociar amigablemente con los militares de turno.

Para contextualizar un poco, Rucci padre empezó su tarea sindical en 1946, ascendiendo luego de la contrarrevolución de 1955, en lo que se llamó la resistencia peronista. Junto a Augusto Timoteo Vandor -"el lobo"-, y las 62 organizaciones, rama política de la CGT, Rucci, escaló sin moral y sin ética un camino sin retorno en la Unión Obrera Metalúrgica.

En la película "Los traidores", de Raymundo Gleyzer, se ve reflejada la vida de un sindicalista con rasgos muy similares a este personajillo siniestro, con una doble moral extrema, en sus actos de corrupción dándole la espalda a los reclamos sindicales, azotando a quienes en las asambleas se oponían a las posturas del peronismo de derecha; ganando elecciones internas de manera fraudulenta e incluso matando a los opositores dentro del gremio. Es decir, el film, da testimonio de como el poder va corrompiendo a aquellos sindicalistas que empiezan por la defensa de sus compañeros y terminan siendo el brazo político-militar de los fascistas y la clases altas.

Fue dirigente gremial de SOMISA y secretario de prensa de la CGT en 1960.

Intervino la seccional de la UOM en San Nicolás junto a Niembro, Fernández y Lorenzo Miguel, donde luego fue secretario general. Pero aquí es donde surge uno de los puntos más interesantes de la discusión de los años 60 y luego de los 70: ¿cuál era el modelo a elegir por los obreros? Por un lado, el modelo pro norteamericano de Vandor y Rucci, quienes tomaron clases de como insertar al obrero para callarlo de sus reclamos en un sistema liberal capitalista.

Por el otro, el modelo sindical revolucionario, de Agustín Tosco. En este modelo se hallaban los leales a la clase obrera e incluso a Perón, porque sabían que la lucha de la clase obrera y de sus intereses estaba ligada a la mejor repartija de plusvalía entre los verdaderos creadores de las ganancias.

Hubo una fuerte ruptura entre las líneas sindicales.

Los revolucionarios crearon la CGT de los argentinos, mientras que los burócratas quedaron en la CGT Azopardo. La dictadura militar no dejaba al pueblo expresarse y una suerte de mafia a gran escala se vivía en el país porque quien expresaba una idea en favor de los más pobres era perseguido. Imagínense si se intentaba hacer caer a los "gordos" armados de las 62 organizaciones ligados al poder militar.

En ese marco de violencia, donde los estudiantes y los obreros unieron fuerzas y se levantaron brevemente en armas, Rucci resultó un enemigo central para los intereses de las fuerzas del pueblo. Representó al sindicalismo más pueril, más podrido y recalcitrante que haya existido y para muchos su muerte fue justicia.

Por eso hoy, que conquistamos el derecho a la democracia, es bueno saber quién mató a Rucci, y tal vez, condenar a quien lo hizo. Pero no olvidarse que el caído, no fue inocente sino un traidor para los proletarios argentinos. 

Es hora de que los más jóvenes sepan quien fue Juan Ignacio Rucci, caído en la operación Traviata en septiembre de 1973.