El escenario político del país presenta dos modelos bien claros. El primero, representado por la centroizquierda, donde las fuerzas del 'Frente para la Victoria' acumulan a peronistas, a comunistas, a cooperativistas, a radicales populares y a socialistas populares. Las ideas y las acciones se condicen. Se busca mayor inclusión social, para eliminar los problemas reales del pueblo. Se apuesta a la industria nacional para que los argentinos tengan trabajo y para que el mercado interno se retroalimente, para crecer dependiendo lo menos posible de los de afuera, y se buscan inversores extranjeros que hagan crecer la economía con el pueblo dentro, respetando los acuerdos que se firman.

En materia de derechos humanos, se apresaron a los genocidas y se levantaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. El diálogo es el medio y no la represión irracional, como le gusta a la derecha.

La centroizquierda busca que el pueblo viva mejor, y para eso afecta los intereses de la derecha. En este espacio, se encuentran la Presidenta de la Nación y sus seguidores, salvo algunos oportunistas que desean sacar provecho, y que por razones políticas aún no se los puede purgar del espacio, pero que tarde o temprano se irán yendo, como muchos lo hicieron ya.

En el otro proyecto, que es el de la derecha, están los mismos que llevaron al país a la miseria, desde la dictadura militar hasta el 2003.

El Estado debe agrandarse para evitar la desocupación y la miseria. Contra esto están quienes pretenden endeudar al país con cualquier fondo colonialista que apueste a extraer todas las riquezas y las fuerzas productivas argentinas, para acumularlas en sus bancos, que ostentan millones de dólares ganados inmoralmente.

El proyecto de la derecha tiene varias patas.

Se posicionan con estrategias robóticas relacionadas con los medios de comunicación y la tecnología para enamorar e hipnotizar audiencias, sin la más mínima noción de criticar la realidad. Crean un efecto de ficción y las audiencias los canalizan como si el mensaje fuera real. La idea de la derecha es tomar la información, transformarla en mentira y darla como verdad.

Desean crear caos, y buscan el voto bronca de la gente, porque jamás se acercan al pueblo cara a cara. Existe en la derecha un alto nivel de discriminación contra los sectores desprotegidos.

Otra de las patas está metida de lleno en la justicia que no conoce la democracia. Se elige así misma desde el principio de los tiempos. Como si fuera una monarquía, el sistema judicial no rinde cuentas al pueblo, que paga sus salarios rigurosamente. Las causas las encajonan y meten presos a quienes muchas veces son inocentes. La corte suprema ya no es la de Menem y esta, que cambió el aire por unos años, está burocratizándose, pidiendo a gritos cambios y renovaciones.

En las Fuerzas Armadas no se pueden apoyar, y desde el catolicismo, el primer Papa latinoamericano de la historia, sigue los caminos del Jesucristo pobre.

Macri, aglutina en su espacio, el PRO, a todos aquellos responsables de las políticas saqueadoras de los años 90´ Es de público conocimiento que los fiscales Pleé y Stornelli están relacionados a la barrabrava de Boca; Barrionuevo y Moyano, se manejan como la vieja burocracia sindical; Laura Alonso es una empleada de los fondos buitres; el señor Sturzenegger endeudó al país con el megacanje; Miguel Del Sel es un artista sin formación política y con claros matices fascistas. La derecha tiene la política del achique de presupuestos y de privatizaciones; ajustes para el pueblo y, para los capitalistas, los negocios redondos. Y con los negocios redondos, los valores morales penden de un hilo.

La Argentina debe confirmar si quiere un país de mafias y poderes trasnacionales, o pretende un camino de crítica, de revolución de los mecanismos judiciales, de lucha contra un narcotráfico implantado desde los 90´, época de tristeza para quienes, con su sudor y su sangre, generan los avances de la patria.