El porcentaje que indica la cantidad de mujeres asesinadas por la violencia de género es escandaloso, pero no se condice con la violencia cotidiana con la que conviven la mayoría de las mujeres. Y digo mayoría, porque en menor o mayor medida todos los hombres que viven en pareja demuestran de una manera u otra, que "ellos mandan", que "ellos controlan" y que "ellos deciden".

Como curiosa y observadora, sin guiarme por estudios sociológicos, he tildado situaciones cotidianas de amigas, familia, etc. y en todos los casos se repite el mismo ritual.

Cuando los maridos, novios o parejas entran al hogar, la postura corporal del hombre se torna rígida, erguida y los movimientos son más bruscos que lo habitual, produciendo mayor ruido al abrir la puerta y al apoyar las cosas que trae consigo. Luego hacen una inspección ocular, también rígida o severa, idéntica a la que realizan los jefes o supervisores en un trabajo, cuando quieren demostrar autoridad. Finalmente saludan, e inmediatamente comienzan los interrogatorios a su pareja, sobre cualquier actividad que se supone ella debía haber realizado.

Logran incomodar con total impunidad a todos los que están en la escena, cambian la actitud y amablemente toman el papel de anfitrión. Salvando algunas pequeñeces estos actos rituales se repiten en la mayoría de los casos.

Hace tres meses llegó a mi casa, para quedarse, un perro macho adulto. Ya tenía dos hembras, una vieja de 16 años y una joven de 5. Ésta última era la jefa, no dejaba comer a la otra, la mordía, era la dueña de la casa, es decir, tenía un carácter fuerte. En cuanto entro Simón, el macho, con su pecho agrandado, y su caminar brusco, marco el territorio sin dejar espacio para el resto.

Gruñó, empujó y tomo inmediatamente el mando de la casa, o "terraza". Gretta, la perrita joven, permitió sin resistencia que el macho se apropiara de todo, hasta de la comida. Ella modificó su carácter, se volvió sumisa. Ante mi gran asombro entendí que la perra a causa de la llegada del macho territorial se transformaba en sumisa.

Esta anécdota, solo es manera de comparación, ya que la actitud del hombre (humano), y del macho (animal), se asemejan demasiado. Pero la actitud de la mujer (humana) y de la hembra (perra), no siempre se asemejan, la mujer toma una actitud más agresiva, defensiva, no quiere ser sumisa ya que entiende que entre los géneros hay una paridad indiscutible.

He aquí donde radica la violencia de tantos, pero tantos hombres en contra de las mujeres, hay un factor instintivo, animal que todavía, y a pesar de increíble evolución humana, no han superado. A diferencia de las mujeres que hemos evolucionado al dejar la sumisión.

Si bien esto es una comparación sobre un tema dramático y emergente para la sociedad, encuentro al hombre verosímil a las fieras. Y habrá que aunar esfuerzos políticos, sociales y culturales para actuar en contra de la "Violencia de género".