Yo era hincha de Barcelona desde la época en la cual todavía era jugador. Confieso que entonces me deleitaba más con los intratables zurdazos de Rivaldo, la elegancia de Figo y la efectividad de Kluiver, pero su disciplina táctica y su entrega no pasaban desapercibidas.

No estaba tan equivocado; serían esas dos de las principales cualidades que caracterizarían a Pep como técnico, lo lanzarían a la fama como el hombre que le dio al Barca todos los títulos posibles, y algo mucho más importante -a mi entender-: un estilo de juego que nos enamoró a todos y del cual se hablará por mucho tiempo.

Sin embargo, por esos caprichos y azahares de la vida, el hombre que tanta gloria tiñó de blaugrana podría convertirse en villano de la noche a la mañana, si consigue que su legión bávara invada a Cataluña con buen Fútbol. Si alguien sabe cómo hacerlo, ese es Pep.

La comidilla de los principales diarios deportivos de Europa es su regreso al Camp Nou. El fútbol a veces tiene manías de regalarnos ese ingrediente especial que rebasa lo estrictamente deportivo. No siempre al enfrentamiento de turno puede añadírsele esta clase de condimento adicional que a veces genera tanta o más expectativa que el resultado en sí.

La posibilidad de que este encuentro se diera, era algo que -suponemos- debió pasar por su mente en más de una ocasión.

Sólo que ahora es una conclusión inobjetable de un reality show que el próximo miércoles tendrá el primero de sus dos capítulos.

Hay sentimientos encontrados en el pecho de Guardiola. Por un lado, el club del cual fue y es un ídolo, donde hizo la mayor parte de su carrera y donde más éxito ha tenido. Del otro su sentido de la responsabilidad y su sed de conquistas, que lo han llevado a convertirse en uno de los técnicos más cotizados del mundo.

Para este partido en particular afronta un mar de preocupaciones. Al dolor de cabeza que supone idear una estrategia efectiva que detenga al tridente de lujo que posee ahora el Barca, se suman las recientes lesiones de sus dos principales armas de ataque: Arjen Robben y Robert Lewandowski. Llegó incuso a cancelar una conferencia de prensa recientemente, aludiendo -entre otros argumentos- que necesitaba tiempo para preparar el partido.

Por estos días se ha comportado un poco raro, se lo ha visto nervioso, mostrando una cara diferente a la que nos tiene acostumbrados. Perdiendo los estribos ante algunas decisiones arbitrales algo que no es frecuente en él-, lejos del tono sosegado y humilde que lo caracteriza. Más allá del morbo que ha generado todo este asunto, la batalla está planteada y la triste conclusión es que, sin importar cuál sea el resultado, habrá un solo perdedor: Pep Guardiola.

Si pierde le lloverán los cuestionamientos en Múnich. Si gana, pocos recordarán que fue el técnico que más gloria le ha dado al club en el presente siglo y sólo le espera el odio en Barcelona, y presiento que, para él, no sería ese el regreso deseado.