"Ni Una Menos" es la consigna. "Ni una menos" es la frase que nos unirá en reclamo y en súplica el próximo 3 de junio. "Ni una menos" es el deseo desesperado de que no haya más Candelas, ni Ángeles, ni Lolas, ni Catherines, ni novias, ni hijas de amigas, ni madres, ni vecinas a las que tengamos que llorar y enterrar. "Ni una menos" rezarán nuestros carteles y nuestras remeras. "Ni una menos" gritaremos hasta la mudez, impulsados por la masa y hermanados en la impotencia. "Ni una menos" repetirán muchas voces que, por esta vez, se harán una sola.

Después, volveremos a casa. Y ojalá el "ni una menos" deje de ser eslogan para mutar en convicción y en práctica coherente. Que cada vez que un conductor canchero se divierta cortando una pollera en cámara y reduciendo a una mujer a dos nalgas por unos puntos de 'rating' se active el "ni una menos" en nuestro control remoto. Que si para vendernos agua mineral o repuestos para autos hacen falta dos tetas para publicitarlos, nos retumbe el "ni una menos" y cambiemos de marca. Que nuestros hijos aprendan el "ni una menos" desde la cuna y no crezcan atados a paradigmas obsoletos con consecuencias siniestras. Mientras que por vagina o pene los obliguemos al rincón de las muñecas o a los bloques, al rosa o al celeste, al patín artístico o al fútbol, no tendremos autoridad ninguna para predicarles "ni una menos".

Abandonemos por una vez la doble vara. Intentemos ser genuinos. Y revisemos los discursos, que eso de que "a la mujer no se le pega" suena bien, pero me sabe a poco. Es cierto. A la mujer no se le pega, ni al hombre, ni al niño. No se le pega a nadie. No se le debería pegar a nadie. Ni siquiera tendríamos que someternos al absurdo de aclararlo.

No creo en la Violencia de género. La violencia es violenciasea quién sea el golpeado. La debilidad o la desproporción física son circunstancias que, sin dudas, contribuyen con las estadísticas. Y es irrefutable que el porcentaje femenino afectado es notoriamente mayor. Pero también es titular de moda. Y es agenda mediática.

Y es pico de audiencia, en especial si hay sangre y muerte. Y si las cámaras están en el lugar y momento precisos. Pero entre el morbo y la conmoción corremos el riesgo de pasar de largo la cuestión de fondo y seguir teniéndola encarnada de manera crónica.

"Ni una menos" vociferaremos el próximo 3 de junio. Después volveremos a casa. Que no nos caduque la lucha ni nos prescriban los principios. Repitámonos el "ni una menos" al día siguiente, al mes siguiente, al milenio siguiente. En la calle, en la oficina, en la escuela, en la vida. Conjuguemos la consigna y hagámosla verbo, si realmente no queremos "ni una más " a quién llorar.