En su paso por Paraguay, durante el encuentro con los jóvenes, Papa Francisco volvió a exhortar a la juventud: "Hagan lío...pero después ayuden a ordenar todo ese lío".

Mensaje para los jóvenes y… sobre todo para nosotros, los adultos. Me quedé pensando: ¿Qué significado tienen esas palabras para mí como adulto? Quisiera hablar de nosotros, los adultos, frente a los jóvenes; y no principalmente de lo que debemos hacer en relación a ellos, sino de como debemos ser frente a ellos.

Muchos discursos sobre los jóvenes - de exaltación y de condena, moralistas - están repletos de miedos.

Miedo por esta edad susceptible y rebelde que no soporta ser seccionada, fichada e indoctrinada. Miedo hacia este mundo que pone nuevamente en discusión nuestras síntesis y nuestros posicionamientos. Miedo a nos ser aceptados y de quedar afuera. Quizás miedo de nuestra juventud: de las nostalgias que lleva consigo como heridas, de sus deseos no realizados, de las elecciones que ha tenido que realizar y de las renuncias que ha sido obligada a practicar: no es tan sencillo amar nuestra vida y hacer el duelo a nuestras muertes.

Miedo y también desconcierto: porque no sabemos mucho, no logramos entender demasiado al mundo juvenil; por la increíble variedad de este mundo -¿Existe en realidad un mundo juvenil?

- en el cual cada uno es diferente del otro, en el cual hay muchos jóvenes que se parecen mucho a ciertos adultos y otros que se asemejan a otros adultos; por la rapidez de cambio en los comportamientos y en la mentalidad que caracteriza a nuestra sociedad y de la cual los jóvenes son los protagonistas más dúctiles.

También porque al final me parece que los problemas y los modos de vivir, tomados en su nivel más profundo, sean sustancialmente comunes a los jóvenes y a los adultos.

No es mejor que los adultos, en lugar de hablar tanto de los jóvenes o a los jóvenes, hablen de sí, de cómo ven la vida, de qué es el hombre, de cómo se llega a ser hombres. Que todos hablen - adultos y jóvenes - de lo que está verdaderamente en juego en el vivir más concreto de cada uno.

Llegar a ser hombres libres: esta es la verdadera puesta en juego de cada vida humana.

También y sobre todo para los jóvenes. Y como llegar a ser hombres libres: este es quizás el verdadero discurso y la verdadera ayuda que esperan los jóvenes de los adultos. De esto, me parece, se trata. ¿Y si hacemos lío juntos?... Digo... Para que la humanidad sea más humana.