En los últimos meses, en Argentina hemos sido sometidos, a casi toda hora, a nutrirnos de noticias sobre la corrupción que, supuestamente (y digo así porque sólo ellos sabrán sobre la relevancia de sus actos), han llevado adelante nuestros gobernantes. Desde los Panamá Papers hasta el caso de la venta de dólar a futuro, de la ruta del Dinero K [VIDEO] hasta la ruta del Dinero M, desde el caso Niembro al caso Ciccone. Todas inconclusas y, al parecer, sin pronta resolución.

Es evidente entonces, sentirnos deprimidos, angustiados y enojados con nuestra justicia e incluso, más aún, con las actitudes de muchos de nuestros gobernantes, tildados hoy en día de corruptos.

Vale pensar también, desde la óptica del ciudadano común y corriente, que esos gobernantes elegidos democráticamente por nosotros, no son defendidos una vez que ocurren estas cosas. Somos los primeros al pasar los años, a diferencia de los eternos partidarios, en tomar una postura aséptica al no defenderlos cuando están manchados, aludiendo a la famosa frase, por ejemplo utilizada por los ex´s menemistas: “¡Yo no lo voté!”.

Se me viene a la mente una palabra muy fuerte en épocas electorales, la palabra “dar”, proveniente del latín dare y que hace alusión a entregar(se), donar(se), otorgar(se), ofrecer(se) algo a alguien. El hecho de dar nuestro voto a cambio de paz, de tranquilidad económica, de bienestar social, de buena salud y educación sería lo más lógico o, por lo menos, lo que una gran mayoría pediría.

Ahora bien, siempre ponemos estas exigentes peticiones en manos de los funcionarios políticos sin conocerlos en profundidad. Verlo de esta forma parecería riesgoso; sería como confiarle nuestro dinero a un desconocido, y es justamente lo que hacemos. Es por ello, que el desinterés político de algunos se termina convirtiendo en interés cuando el bolsillo es corrompido.

Creo que para lograr ese estado de bienestar al que todos queremos acceder, no depende de los funcionarios de turno, sino de nosotros mismos.

El cambio societal (entendiendo incluso nuestra relación con los animales y el medio ambiente) para mejor o para peor, está al alcance de nuestras manos. Obviamente, el camino es largo, empero cuando todos o la gran mayoría entremos en esta ola revolucionaria de participación y de ayuda con el prójimo.

Los gobernantes, los políticos corruptos, entenderán o no esto. Quizá logrando dejar de lado su narcisismo y los prejuicios ideológicos, de clase y de gusto. Sólo entonces, cuando la gran mayoría demuestre a los pocos, encerrados en su pequeña burbuja, que sí se puede, recién ahí estos saldrán de ella para corromper el orden existente o para, por fin, adherirse a una sociedad que claramente no sería igualitaria pero sí, al menos, solidaria.

Reflexionemos entonces,para qué y por qué damos lo que damos.