Marta nos cuenta desde San Rafael que son muchas las maestras, celadoras, docentes que ella conoce y que están yendo a trabajar enfermas. Le decimos que nos digan porqué y salgan en este portal, pero ninguna quiere, dice Marta. “La gente tiene miedo”, su dignidad. Algunas ya vieron lo que les pasa a otras docentes que han salido en el diario, nada. Entonces no quieren hablar, piensan que a nadie le importa lo que les pueda pasar. “Si son capaces de quitarle el ítem aula a una mujer con cáncer, imagínate qué puede importarles que nosotras vayamos a trabajar sin voz, con una costilla fracturada o con muletas”, dice Flavia de Maipú.

No le importa al tipo ese Correas, al Gobernador, y no le importa tampoco a la familia que nos ve en la escuela cuando van a buscar a los chicos. “Porque vamos a ser sinceros, cuando una comunidad no reacciona y se deja hacer de todo, por ejemplo que le tripliquen el valor de los servicios, la comida, que le cobren la nafta como si viviéramos en Suiza, esa sociedad debe estar enferma también, no?”. Cuando hay crisis la sociedad entera se vuelve indiferente. Así debe haber sido en las épocas de guerra de las que hablaba la abuela tana.

El que se salva, se salva y el que muere, se entierra. Igual que en los tiempos de las grandes guerras, estamos enfrentados, separados en bandos, facciones, barrios, clases, jerarquías.

Entre los grupos de docentes circulan direcciones para ir a comprar bolsas de verduras económicas. El Sindicato Unido de los Trabajadores de la Educación (SUTE) oficia de verdulero mayor ahora. Han empezado a interponer demandas en los casos más extremos. El Sute se va convirtiendo en una sala de primeros auxilios, en una oficina de reclamos, en gestores para todo tipo de trámites sociales.

Ha empezado oficialmente el trueque de productos. El gobierno anterior se fue por no querer escuchar más que su propia versión de los hechos, y este de Cornejo se irá por lo mismo, aunque sus huellas serán distintas. Luciana: “si un 35% de tu sueldo se va en descuentos fijos, y otro tanto se lleva el impuesto a las ganancias, o sea, si tu sueldo no alcanza y dependemos de otro sueldo para no morirnos de hambre, viviendo así al límite y sin poder hacer ningún plan, no veo cómo el gobierno piensa que va a sacar adelante las cosas o mejorar la educación.

La educación la hacemos nosotros adentro del aula, no sus discursos, el nuestro”. Adrián: “si nosotros estamos mal, por mucho que no queramos afectar a los alumnos, la decepción se transmite”. Nadie sabe por dónde empieza una rebelión popular, pero sí se sabe cuál es el costo de los que la empujan.