Vivimos en una sociedad, en donde frecuentemente las palabras "miedo" y "ansiedad" son utilizadas a menudo con liviandad para referirse a situaciones de estrés. Sin embargo, poco se sabe sobre ello. El miedo, es una respuesta de nuestro organismo a una reacción externa que pone a nuestro cuerpo en una situación de "alarma", tal como indica el portal "Vida Sana".

La sangre fluye hacia nuestras extremidades inferiores, principalmente las piernas, que ante un suceso que nos pone en riesgo, se preparan para correr. Además surgen síntomas como taquicardia, sudoración, temblores, dilatación de pupilas para asimilar la entrada de luz, aumento la presión arterial, entre otros. 

¿Por qué sucede esto? porque en las sociedades primitivas, el humano corría peligro constantemente, llegando a ser una presa más de muchos depredadores. Y como respuesta  ante un peligro real, el cuerpo se prepare para  huir. De manera genuina, garantiza así que la especie sobreviva ante situaciones extremas. 

Ahora bien, es muy común, experimentar miedo ante situaciones cotidianas que lejos están de poner en peligro nuestra vida. Esto sucede, según el portal de "Discovery" cuando se evalúa demasiado algo que se va a hacer y se termina imaginando el peor escenario posible. También, el miedo al rechazo lo puede originar y esto se encuentra en nuestro ADN. Los primeros hombres, necesitaban de un grupo de pertenencia para tener más asegurada su supervivencia ante peligros externos y si era expulsado, los depredadores lo podrían atacar con mayor facilidad. En cambio hoy, ya no se trata de vivir o morir y se puede cambiar de grupo si el caso lo requiere, aunque nuestro cuerpo siga reaccionando extremadamente. 

La ansiedad también se produce como modo de respuesta ante situaciones amenazantes, sólo que ante un peligro que no está muy bien definido. Y ocurre lo mismo que con el miedo, es totalmente natural y hasta favorable que suceda ante situaciones adversas ya que hace que se puedan prever y anticipar, tomando las medidas convenientes, ya sea: atacar, huir, adaptarse, etc.  En cambio cuando supera cualquier mecanismo adaptativo de la persona o sobrepasa la intensidad, se puede convertir en patológica provocando síntomas físicos, conductivos y patológicos. 

Cuando la ansiedad se vuelve patológica, supera la respuesta natural del organismo y se transforma en una desproporcionada, desmotivadora y desagradable para quien la padece hasta poder llegar a desencadenar en alterar su rutina diaria. Cuando se nos va de las manos su control puede derivar en crisis de ansiedad y trastornos de pánico. 

Para enfrentar tanto el miedo como la ansiedad, hay que entenderlos como algo natural que ocurre ante una situación que en lo personal es de peligro o que nos genera incertidumbre. Ya sea una primera cita, una entrevista de trabajo o un examen, es normal sentirlos y es necesario no ir en contra, hay que asimilarlos. En cambio cuando se hacen parte de nuestras vidas impidiéndonos realizarnos, llevar adelante objetivos, lo mejor que se puede hacer es recurrir a un psicoanalista para que nos ayude a atravesarlos y a salir de ese laberinto de manera sana y efectiva para poder seguir adelante y vivir sin estas ataduras emocionales.