La Patota es un remake con identidad propia, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Dolores Fonzi y Oscar Martínez. La historia gira en torno a Paulina Vidal (Fonzi), una abogada que decide dejar en suspenso su profesión para dar clases en una escuela rural en el interior del país, ubicada en una zona carenciada de casas de madera y caminos de tierra. Su padre (Martínez) es un juez influyente que ha sabido ocupar el rol de mentor de su hija en su vocación por defender los derechos humanos. Sin embargo, entra en una gran contradicción cuando ella quiere poner el cuerpo en un programa educativo que promovieron juntos en la selva misionera.

Su estreno  se dio e nuestro país en el marco del #Niunamenos, campaña de concientización y movilización social que le dijo basta a la violencia de género. El mismo Oscar Martínez sostuvo que la trama generará profundos debates que trascienden a la película. Las escenas-particularmente la primera- tienen un fuerte acento en la discusión política y cuestión social en Argentina que, seguramente, abrirá una serie de discusiones con distintos puntos de vista.

Aún más, la cinta no pisó tímidamente nuestro país. Llegó vanagloriada con dos reconocimientos internacionales. Uno de ellos fue en la sección Semaine de la Critique, del Festival de Cannes, el cual posicionó a Santiago Mitre como uno de los directores argentinos con potencial en el extranjero.

A su vez, luego del estreno, tampoco se podrá quitar los ojos de los siguientes pasos que dé Dolores Fonzi.

Con todo esto a su favor, no dudé en que la película me resultaría movilizante. Al salir del Cine, sin embargo, me sentí insatisfecha.

El tema es delicado y estremecedor, sí. Pero el despliegue narrativo que se utilizó para contarlo, en mi opinión, no logró estar a la altura. Muchos hablan del "gran salto" de Dolores Fonzi en esta película. No logró transmitirme mucho de lo que le estaba pasando. La credibilidad de su personaje se puso en juego al haber tomado una decisión poco comprensible, y que no ha sido explicada o profundizada a lo largo de la trama como para "comprender" su inmutabilidad. Fue todo llevado a medias: razones explicadas a medias, emociones representadas a medias, causas, consecuencias y argumentos desarrollados a medias, innovaciones técnicas de la película (como la alternancia entre dos puntos de vista) implementadas a medias, incluso escenas inconexas o que simplemente no estaban al "servicio" de la película; cuando lo que uno se espera ante un largometraje de tal calibre temático es que confluyan en un gran relato desgarrador, semejante a la experiencia en carne propia de lo que la gran pantalla expone.

No soy directora de cine ni actriz.

Tampoco soy una crítica profesional para ello. Soy tan sólo una  espectadora, quizás un poco exigente. El criterio que considero esencial a la hora de hablar sobre si una película es exitosa o no, es si ha logrado movilizar a quien la ve. Y mi piel no se erizó.