A primera vista los océanos son todos similares, pero cuando te crías cerca de uno, ves a los otros distintos. Yo tuve la suerte de vivir en Chile en 1988 y la pase´muy bien, contrariamente a lo que piensan la mayoría de los Argentinos, esas historias de odio entre países limítrofes, es una idiotez que jamás tendrá fin. Yo ya sabía que tipo de gente me iba a encontrar en Chile y me alegré muchísimo.

Permanecí unos días en Antofagasta para recordar costumbres, tonadas y cantos al hablar, comidas y me fui. Con el Pacífico siempre a mi izquierda, entre en la República del Peru.

En la recta ruta entre el mar y el desierto, rara combinación, aparecían carteles con una flecha hacia el mar que rezaba ( alerta, peligro de tsunami, transite hacia allá ) hacia allá era otra flecha hacia la izquierda apuntando al desierto y pensé, si sucede debo abandonar mi bicicleta y correr hacia tierras altas, me sonreí y lo imaginé mientras pedaleaba, no me sonreí más.

Perú es fantástico, es una explosión de colores ocres y tonos vivos, se mezclan todo el día en carteles, comidas,vestimentas. La amabilidad de la gente, al menos para conmigo, me predisponía de otra manera. Invitaciones a quedarme a comer, quedarme a vivir, hasta me ofrecieron trabajo en una panadería, la ventaja del forastero, con el tiempo vuelve todo a su cotidianeidad y sigue su cauce.

En la localidad de Ica, fundada en el 1500, con playas paradisíacas y Parque Nacional, descubrí la cultura Afro-Peruana, es como estar en Africa, hasta que se escucha hablar español.

Me adentré en el continente, abandoné a mi compañero el océano, y comencé el trayecto hacia la ciudad de Cuzco, 320 kilómetros más adelante, estaba cerca de uno de los sueños de mi infancia, Machu Pichu, y ahora no estaba dormido, no estaba soñando, iba en ruta con 40 grados de calor, comencé a pedalear con mas ímpetu, no iba mucho más rápido de lo habitual, pero yo, yo creía que volaba. Jugadas extrañas que nos juega el cerebro a veces y una desmesurada ansiedad.