De la madrugada en la que nací, mi madre siempre me contó que recordaba dos cosas: el médico que me alentaba a nacer, "¡Vamos! ¡Pibe, vamos!, que después que salgas me voy en moto a Bolivia…" , y el aroma penetrante de los árboles de tilo.

Tengo dos hijos que viajan por la vida en silencio y tempestades.

He dejado perros fieles por todo el planeta, cuentan algunos que ellos piensan en mi.

Dormí y me alimente en todo tipo de sitios.

La mejor plata gastada es la plata viajada.

Difícil regrese donde ya he ido.

Mi bagaje de objetos que llevo en viaje supera lo ultra limitado, nadie lo concibe en su cerebro.

Para que más…

Si algo me urge, detengo mi andar y lo obtengo, no revuelvo.

Viajo solo, siempre.

En la soledad del casco en la ruta, hablo con miles de personas y claro esta…me contesto.

Ya no tengo más problemas, tengo contratiempos.

La ruta es cruel y peligrosa, jamás te compres una motocicleta antes de tus treinta años.

Estoy viejo de despedidas.

Si el planeta sigue aquí en unos años, seguiré viajando.

Donde fueres haz lo que vieres, sabio dicho popular.

Sospecho que viajo por los que no pueden viajar.

Siempre se regresa con un hemisferio del cerebro…abierto.

Mi primer viaje fue a Bolivia, me intrigaba saber por que ese medico, cuatro décadas atrás…estaba tan apurado.

Mi nombre es Hugo Marcelo, soy argentino, nacido hace 50 años.

He vivido por mis distintas actividades relacionadas la gran mayoría al Turismo, en especial el turismo de aventura, en distintas locaciones; en la montaña, junto al mar, ciudades y pueblos con ríos, en la selva, grandes urbes y pequeños poblados y aldeas. Durante la década del '80, regresé al sur argentino, ya que el frío es mi aliado, no lo sufro.

No tengo abrigos de ninguna índole, el calor me agobia. Cuando arribo a alguna ciudad en su invierno, en los hoteles o sitios donde me alojo, pido un ventilador, ante la mirada desconcertada del que me lo presta.

Me radique en la ciudad de San Carlos de Bariloche, ciudad ícono del turismo Argentino, a orillas del imponente lago Nahuel Huapi (Isla del tigre) en lengua mapuche, pueblos originarios de esta parte cordillerana.

Como mi pasión es la montaña, comencé a idear una suerte de turismo de aventura o alternativo, como ahora lo nombran. Caminé dos meses por todos los cerros cercanos, y los no tan alejados al casco de la ciudad, sitios poblados de lengas, coihues, etc. Algunos superando los 30 metros de altura, esos bosques al incendiarse, por desidia, la mayoría de las veces, generada por los turistas, al prender un fuego o arrojar una colilla encendida, genera un desastre de características imponentes, quizás hasta dentro de tres generaciones, no vuelva ese bosque a regalar tan maravillosa vista.

En honor a la verdad, yo he llevado decenas de personas a la montaña en mis expediciones, y mis compatriotas son los que menos cuidan el tema de riesgo del fuego.

Los turistas extranjeros, sobre todo los europeos, encienden sus fósforos y luego al apagarlo, lo guardan nuevamente en sus cajitas.

Un árbol hace un millón de fósforos, un fósforo incendia, un millón de árboles.

Cartel que se encuentra a la entrada del Parque Nacional Lapataia, en la Tierra del Fuego.

Me decidí en Bariloche por el cerro López ( 2338 mts. Sobre el nivel del mar ), a 25 km. A 25 km. de la ciudad.

Por su cercanía a ésta y por su enorme hoya con nieves eternas, me pareció una opción accesible para turistas de todas las edades.