Adiós al mar por unos cuántos días, ruta buena, bicicleta golpeada pero orgullosa, de Ica a Cuzco hay 790 kilómetros, hay una forma más cómoda de realizarlo para la bicicileta y para mis piernas, Ica-Lima-Arequipa-Cuzco, que sería la ruta tradicional, más recta y más plana, con más servicios, con otras seguridades, la ruta directa es desierto y luego miles de curvas y abismos, adivinen cual elegí.

En bus son 21 horas, en auto 14, en camión 30, yo llegué en 4 días. La capital arquelógica de América, se presentaba frente a mis ojos. El dueño de la bicicletería en Rosario que me dono la bici, me dijo que dudaba que llegara a Santiago del Estero, se equivocó.

Las ruedas de mi bicicleta estaban posadas sobre el centro de la civilización Incaica. El Hostel The Point Cuzco albergó mi cansancio.

Un patio maravilloso y una cancha de voley me tuvo entretenido varias horas. Por la gran cantidad de monumentos que están dispersos por todo Cuzco, se la conoce como " La Roma de América ". Su plaza central o principal se merece una descripción de varias hojas, cosa que no poseo, pero les resumo que a las siete de la tarde, es el imán para turistas y lugareños, que van a mirarse, a envidiarse, a seducirse, a ponerse de novios y varias historietas más. Como en todas las plazas de pueblo del mundo, pero esto es Cuzco.

Hay 2 formas de subir a Machu Pichu, una en tren de lujo y luego en Aguas Calientes, en camioneta, unas 4 horas, otra a pie por el camino del Inca, 4 días, adivinen cual elegí, pues no queridos lectores, esta vez no opté por ninguna de esas, subí con mi bicicleta, 2 días.

Pinché 14 veces las ruedas, me recibí de gomero. La ciudadela es un hallazgo contemporáneo, Hiram Bingham la descubrió en 1911 a 2330 metros de altura en el valle de Urubamba, homónimo a su río. La rueda delantera de la bici, piso Machu Pichu a las 9 y 35 de esa mañana húmeda.

A esa altura y en esa soledad, recordé a mis padres despidiéndome esa mañana de lluvia, sospecho que habrán dudado hasta donde llegaría, como todos los presentes esa mañana. Me senté y miré la famosa postal que todos conocemos, mi bici no tenía nombre, ni apodo, la miré de reojo y la bauticé Inca.