Quien haya visitado alguna vez Río de Janeiro sabe que es una de las ciudades ícono del turismo gay a nivel global. Sin embargo, la máscara gay friendly se desmorona cuando se pone en evidencia al sistema de leyes que hace oídos sordos a los derechos de las personas trans que viven tanto en estaciudad como en todo el territorio brasilero y que aún no gozan de la posibilidad de contar con una Ley de Identidad de Género que las reconozca por su identidad autopercibida y no por aquella registrada en sus documentos.
De esta ciudad es oriunda Indianara Siqueira, quien se propuso cambiar las cosasde la manera más radical posible.
A pesar de sus años de militancia por los derechos de la comunidad trans, no había encontrado el nicho para que sus actos hicieran el ruido suficiente hasta esa noche en que se le negó la entrada a un bar de prostitución donde había varios hombres bailando con el torso desnudo. “Prohibida la permanencia de transexuales en el local” rezaba el cartel del lugar, ahora cerrado, pero a Siqueira esto no le importó. “Quiero entrar también”, demandó, y ante la negativa de la seguridad decidió sacarse la blusa y exhibir sus senos. La pronta aparición de la policía militar derivó en una discusión en la cual la militante argumentaba que, siendo legalmente hombre, estaba gozando del privilegio de estar sin camisa.
Fue reducida con gas pimienta y llevada a la comisaría. Siqueira recuerda con ironía que a pesar de no poder sacarse la blusa en un lugar público, fue obligada a permanecer desnuda en la delegación policial.
La audiencia de juicio tuvo lugar al poco tiempo, y allí fue cuando Indianara tuvo la oportunidad de expresar su reclamo, tan claro y contundente que no pudo fue imposible de rebatir: su condena no estaba haciendo más que demostrar que la imagen que la ley percibía de ella era femenina.
Indianara estaba dispuesta a enfrentar la cárcel con el objetivo de sentar aquel precedente para que otros miembros de la comunidad trans brasilera pudieran apelar ante la ley para ser reconocidos de la misma forma.
¿Pero qué ocurriría si ella fuera absuelta? De suceder esto, la justicia no estaría haciendo más que reconocer que Indianara era un hombre, sí, pero al mismo tiempo estaría dando por sentado que, como hombre, Siqueira gozaba de un derecho del que no gozaría si fuera mujer.
Es decir, estaría estableciendo que los hombres y las mujeres no son iguales ante las leyes brasileras.
El caso fue archivado dado que los testigos no comparecieron, pero al poco tiempo la militante llevó adelante una nueva protesta de iguales características. Siqueira comenta que no se detendrá hasta ser llevada frente a un tribunal para que se establezca de una vez por todas si la ley la reconoce como hombre o como mujer, con todo lo que aquello implica.
Aunque el accionar de Siqueira no ha dado frutos aún, es innegable que su ingeniosa forma de protestar ha puesto en jaque a la justicia de Brasil en más de una ocasión y que no hizo más que dar cuenta de las graves fallas de un sistema diseñado para proteger a todos los ciudadanos pero que actualmente le está dando la espalda a la minoría más vulnerable del país vecino.