Sarajevo y Dubrovnik fueron parte de los mismos países durante décadas ¿o incluso siglos? primero de Yugoslavia y luego del intento fallido de la Gran Serbia. Dubrovnik (como parte de Croacia), salió de toda esa mezcolanza de identidades antes que la otra (de las cinco guerras que asolaron a la antigua Yugoslavia en un siglo, se libró de la última, puede que incluso de la penúltima...), a diferencia de Sarajevo, que fue uno de los escenarios de batalla más frecuentados por bosnios, serbios y las fuerzas internacionales.
Pasear por Sarajevo es pasear por la historia europea del siglo XX; empezando por encontrarte con el punto exacto en donde asesinaron al archiduque austriaco Franz Ferdinand, hecho que desató la Primera Guerra Mundial.
Marcas de bombas en el suelo, fachadas de edificios ametrallados, museos y demás referencias a tantas guerras y unas preciosas montañas verdes todo alrededor que te invitan a paseártelas, ¡pero cuidado! no te salgas del camino trazado, puede que aun quedé alguna mina enterrada...
Dubrovnik es otra cosa; la ciudad más cara y turística de todos los Balcanes ya es parte de la Unión Europea y está a las puertas del euro; pocos restos de las guerras se pueden apreciar por allá y las (escasísimas en comparación con Sarajevo) referencias a ellas te las cuentan muy diferente: en vez de ser la Guerra Balcánica, de los Balcanes, de la Antigua Yugoslavia... es El Ataque de los Serbios al Pueblo Croata.
Una frase genial para ir haciendo amigos y cerrando heridas...
El frío horrible que pasé en Sarajevo (piensen que yo venía de pasar el verano por Turquía), sin apenas luz solar y lluvias, nada tenía que ver con el maravilloso verano croata que me encontré, ¡y eso que la distancia entre ambas ciudades es menos de 150 kilómetros! Pero más de veinte años de Paz y Tranquilidad.
Y ahí es donde se ve el auténtico abismo entre ambas ciudades, su cara y cruz: sus habitantes tienen los mismos rasgos faciales [son eslavos], pero la estética ochentera (que no vintage ni hipster) que aun perdura en Sarajevo, nada tiene que ver los modernos europeos de Dubrovnik.
En la capital bosnia te pueden entrar ganas de llorar o de empezar a documentarte sobre todo lo que ha pasado, y aún pasa, por allí; a reflexionar sobre la cuestión de la identidad hasta la saciedad.
Yo hice un poco de ambas cosas, por suerte me estuve rodeando con gente que sabía más que yo y les supe sacar partido. Sarajevo es una ciudad para pensar.
A diferencia de la perla del Adriático, que apenas te da permiso para pensar en guerras (todo está bien, somos europeos, compra, compra, compra), sino que te invita a tirarte al sol, hacer diversas excursiones por los alrededores peninsulares e insulares, y a visitar la preciosísima ciudad antigua, mientras piensas (en voz muy bajita) en cómo ha podido sobrevivir esa maravilla a tantas guerras y dadas gracias por ello. ¿Conclusiones? ¿Un consejo? visita Dubrovnik, Sarajevo, Belgrado, Mostar, Tirana, Sofía, Atenas, Estambul... Lee sobre lo que ves, sobre lo que visitarás, pero, sobre todo, lee sobre lo que no te quieren contar.