Hay que remontarse al 29 de mayo de 1985, al estadio de Heysel en Bruselas, Bélgica. Final de la Copa de Europa, hoy conocida como la Liga de Campeones. El Liverpool por un lado, la Juventus por el otro. El viejo continente estaba a 90 minutos de coronar al mejor equipo de la competición. Al menos, eso pensaban.
Una hora antes de que diera comienzo el partido, los hooligans de Liverpool empezaron a arrojar objetos y amedrentar al sector de los espectadores donde estaban los simpatizantes de la Juventus. Por huir de los violentos, las personas quedaron atrapadas entre el muro y el vallado de protección, produciéndose una avalancha de aficionados aplastados.
Muchos de los que veían la escena desde los otros sectores del estadio no dudaron en entrar al campo de juego, armados con palos para atacar a una u otra afición. Hubo 39 víctimas, en su mayoría italianos. El mundo entero estaba viendo por televisión los sucesos.
Luego de esta tragedia, la UEFA sancionó a los clubes ingleses que no pudieron disputar ninguna competición europea durante cinco años. Liverpool en particular, fue castigado con 10 años, que luego se le rebajó a seis. Se tomó conciencia de que un hecho como ese no podía volver a suceder.
Europa empezó a tomar serias medidas para sacar a los violentos de los estadios y erradicarlos de toda conexión con el fútbol. Se puso en marcha la campaña a favor del Fair Play, y se erradicaron todas las zonas sin asientos de los estadios, entre otras medidas.
La sanción de la Conmebol pronunciada el día domingo, a raíz del partido entre Boca y River, no tiene nada de esto. No se aprendió absolutamente nada, es más; ahora hay jurisprudencia para tirarle gas pimienta a los jugadores.
La Conmebol como organización demostró no estar a la altura de la circunstancias ni del máximo torneo que organiza: la Copa Libertadores de América.
De todas las sanciones posibles, han tomado una que no pone en jaque a los violentos. Será por eso que a más de tres días de sucedidos los incidentes, todavía no se ha señalado o imputado a una sola persona.
Parece que la Conmebol, la AFA, la sociedad Argentina y de toda la región latinoamericana estuvieran esperando la muerte de varias personas para poder tomar cartas en el asunto.
Los argentinos tuvimos que tener un Cromagnon para darnos cuenta cómo se tenía que llevar a cabo un recital. Al parecer, con el fútbol será la misma historia.
El jueves, durante el partido de Boca y River, no hubo una sola baja. Heridos sí; jugadores que iban a disputar el segundo tiempo, pero excepto Driussi, que sigue internado en observación, la mayoría ya está bien. La Conmebol no tomará cartas en el asunto, al menos no realmente hasta que ocurra una verdadera masacre.
La Conmebol no tiene ningún plan que pueda implementar para sacar a los violentos del fútbol, al parecer no es un tema que le interese. La AFA tampoco parece muy preocupada.
Los grandes ganadores de esta jornada, no son los de River, que pasaron a cuartos de final; no son los de Boca, que lograron que la sanción sea mínima: son los violentos.
Los violentos que no han sido identificados, los barrabravas que siguen entrando a los estadios están dentro de las instituciones. El fútbol no ha cambiado, es incluso más corrupto que antes de la noche del jueves.