Cuando alguien suele expresar vivamente afectos y emociones, su carácter se altera con facilidad debido a situaciones o palabras molestas, con frecuencia se siente culpable o deprimido, y en general manifiesta pautas de comportamiento donde sus sentimientos a menudo se desbordan sin mediar una reflexión o un cálculo de las consecuencias que ello puede acarrear, se dice que la persona es muy "viceral". Por el contrario, los individuos que tienden a ocultar sus emociones, "guardarse" los disgustos y no revelar sus estados de ánimo aun en los momentos más adversos, comúnmente son tachados como "fríos e indiferentes".
Sin embargo, estas dos clasificaciones extremas por lo general resultan demasiado rígidas, ya que se fundamentan en juicios de valor o estereotipos culturales que por su misma superficialidad ignoran muchos detalles sobre los rasgos de conducta y personalidad, cuando esta es tan complicada que ni siquiera los psicólogos han podido diseñar una prueba única y completa que permita evaluarla con precisión.
Esto se explica en parte debido a que la gente desempeña variados papeles de acuerdo con el medio donde se desenvuelve; es decir, se pone diferentes "máscaras" para adaptarse a las circunstancias. Más aún, por desconcentrante que parezca, muchas personas que intentan describirse a sí mismas a veces pasan por alto las áreas enteras de su personalidad, aun cuando digan conocerse muy bien, y sólo se centran en unos cuantos aspectos específicos.
Por ejemplo, un experto en finanzas puede describir con lujo de detalle sus capacidades negociadoras o astucia para competir en el mercado, y no darse cuenta de algunas aficiones que le resulten gratas y que por la dinámica de su trabajo haya tenido que dejar (tocar el piano, visitar sitios arqueológicos, etc.) Y en la formación de un deportista, por citar un caso ilustrativo, tan importante es la condición físico-atlética como los impulsos e impresiones que desde pequeño haya recibido, pues una mentalidad positiva puede influir en la motivación para rendir al máximo durante una competencia.
La observación de esta capacidad de adaptación del ser humano ha llevado a los psicólogos de la escuela conductista incluso a negar que haya una personalidad fija.
Basados en estas evidencias, los especialistas explican que la personalidad comprende muchos rasgos individuales que encajan en un todo coherente, a la manera de las piezas de un rompecabezas. Así pues la mejor manera para conocer y analizar a una persona es aproximarse a ella desde diversos ángulos.