En Argentina y en varios otros países, el 21 de marzo es esperado por muchos para cambiar de estación y, en esta parte del hemisferio, aguardar a que llegue el "aire fresco" otoñal. En otra parte del globo, las personas se prepararan para vestir ropas más livianas y disfrutar de los colores que pinta la primavera. Sin embargo, en todo el mundo hay una celebración común: El Día del Síndrome de Down.
Ahora bien, ¿cuántas personas supieron ayer de ésta efémeride? ¿Es cierto, como muchos proclaman, que la inclusión ha llegado para quedarse? La diversidad como característica necesaria en la sociedad, necesita todavía educarse y ser aprehendida desde Niños.
Sin embargo, todavía hay casos puntuales en donde la mirada ampliada se restringe a separar "lo normal de lo especial".
En ese sentido, en Córdoba, Argentina, hace pocos días se vivió un hecho que entristeció tanto a los padres de hijos con discapacidad, que vienen luchando hace tiempo por sus derechos, como a la sociedad en general. El prestigioso colegio La Salle le negó la posibilidad a Benjamín, un niño de cuatro años con Síndrome de Down, de asistir diariamente al establecimiento. Sólo podía concurrir si contaba con la asistencia permanente de una maestra integradora. No obstante, un equipo de profesionales, entre ellos una psicopedagoga, habían evaluado al menor antes de que la institución lo aceptara y las conclusiones fueron que el pequeño no necesitaba una maestra integradora todos los días.
Sin embargo, desde el establecimiento educativo expresaron que era necesario preparar tanto a los papás como a sus hijos para la entrada de Benjamín. Ante tal respuesta, los padres del niño ya han presentado una denuncia ante el INADI.
Situaciones como estas, se repiten en diferentes ámbitos (no sólo educativos), por lo que debiéramos preguntarnos, ¿estamos como sociedad preparados para entender a las personas con discapacidad como miembros activos, capaces de pensar, razonar, educarse y educar a otros?
Es preciso seguir visibilizando la discapacidad, conmemorando las fechas ya instituidas y, sobre todo, cambiar la mirada que todavía estigmatiza y encrudece la posibilidad de vivir en un mundo más justo.