Han pasado 25 años desde su estreno y por eso Cinema Paradiso celebra su aniversario de la mejor manera posible: reestrenándose en las salas de Cine, dándole nueva vida al gran homenaje al séptimo arte que es la cinta de Giuseppe Tornatore. Considerada por la Academia de Hollywood como la Mejor Película de Habla no Inglesa del año 1990, sigue estando entre las favoritas de la crítica y el público, que se emociona una y otra vez con las andanzas de ese chiquillo que aprende a amar el cine en el Paraíso, el de su pueblo, y se hace amigo del proyeccionista.
Una de las más bellas historias de camaradería que ha dado el cine y uno de las declaraciones de amor más emotivas y sentidas hacia él que se hayan visto en una pantalla. Ese final, ya mítico, pero que no cuento por aquellos que no lo conozcan, merece ser uno de los más recordados de entre los de los millones de películas que existen.
Y sin duda es un sano ejercicio recuperar en salas las películas que forman parte de nuestra vida. Hay que ser justos con ellas y con el formato para el que nacieron. Que pasen unas semanas en cartel, meses si tienen la suerte de que el público las mantenga con su presencia continua, no debería ser suficiente para un largometraje que nació con la finalidad de ser contemplado bajo la luz de un proyector.
Lo bonito que es ver el cine que recordamos con nostalgia de la misma forma en que lo tenemos en nuestra memoria, debería ser esta una petición inmediatamente atendida.
Clásicos en color, en blanco y negro e incluso cine mudo en pantalla grande adquieren una dimensión que en los televisores o los dispositivos electrónicos se pierde.
Y cierto es que los televisores son cada vez más grandes y los proyectores de mejor calidad, pero el ambiente privado está lejos de las características que ofrecen los cines llenos con un público encantado con lo que ve. Es entonces cuando se siente la fuerza de las películas, lo que consiguen transmitirle a sus entregados clientes, que han pagado por pasárselo bien y lo están consiguiendo.
Porque si el cine es maravilloso, en una sala especializada, lo es más aún. Por lo tanto, intentemos no perder la oportunidad de conseguir ver en ellas aquel cine que nos enamoró, como le ocurrió a Totó, el pequeño que no quería dejar de ir al Cinema Paradiso.