Es imposible no querer a Mafalda. Sus razonamientos, su empatía con la humanidad, su defensa de los derechos y su cuestionamiento del deber. Sus filias -los panqueques- y sus fobias -la sopa-, sus preguntas y sus conclusiones, sus silencios y sus gritos. La queremos porque es admirable, porque es una niña capaz de poner patas arriba la seguridad de los adultos cuestionando su orden establecido. Porque no tiene pelos en la lengua ni hace selección alguna de a quién le dice lo que piensa. Una auténtica heroína infantil que se ha ganado el corazón de los lectores de su tira cómica desde que ésta apareciera, el 29 de septiembre de 1964, en la revista semanal Primera plana.

Se editaban dos cada siete días, con Mafalda y su padre, y posteriormente fueron apareciendo el resto de los personajes, a lo largo de los años y las distintas publicaciones.

Quino, su creador y dibujante, pasó por distintos medios con la mítica niña. El primero, ya citado, lo abandonó por diferencias de criterio, El Mundo porque cerró y Siete Días Ilustrados al decidir no seguir publicando la tira. Era el 25 de junio de 1973. Después lo haría esporádicamente y por alguna razón humanitaria: en defensa de la niñez, a favor de la educación o por la democracia.

Miguelito, Susanita, Manolito, Felipe y Libertad. Los amigos que todo niño tiene o quiere tener, dibujos con personalidades muy reales con las que uno u otro lector podía identificarse.

Y Guille, el hermano pequeño nacido durante el cierre de El Mundo cuando se produjo el Golpe de Estado del general Juan Carlos Onganía en 1966. En Siete Días Ilustrados lo conocemos ya como un bebé. 

No todos los personajes de un tebeo o una tira cómica han merecido tantos reconocimientos dentro y fuera de sus fronteras: en España es también un icono de la inteligencia, la libertad y la defensa de la mujer.

Sabido es que superhéroes como Superman o Batman tienen legión de seguidores, y cuentan con atracciones en los parques temáticos, pero es la gran Mafalda quien cuenta con una plaza con su nombre y una estatua que la representa sentada en un banco de Buenos Aires. Nada desdeñable tratándose de una pequeña a la que, como mucho, llegamos a verla estudiar cuarto de primaria y que, lejos de salvar el mundo de villanos de planetas imaginarios, intenta hacer más justo este en el que vive.