Hay pocas bandas argentinas que, con menos de 10 años de bagaje, pueden ostentar entre sus hazañas el haber grabado en los míticosestudios de Abbey Road, en Londres, con un previo paso por Del cielito; haber tocado en una fecha junto al mismísimo Ringo Starr; o haber formado parte de la grilla del festival Lollapalooza Argentina.Los nuevos monstruos, si pueden y todo ganado en buena ley, con talento y sacrificio. Y no conformes con lo conseguido hasta el momento, van por más.
Luego de un muy buen debut (“Los chicos hasta el fin”, parte del material que les permitió ganar el concurso Camino a Abbey Road), LNM acaban de editar un exquisito disco de 15 canciones inclasificables, que proponen un trip de psicodelia y, por momentos, transitan por un incipiente folk-pop con ambición radial.
Las letras, otro gran acierto, son introspectivas algunas y expansivas otras.
“Yo ya estuve enterrado, pero igual la sigo caminando (…) El camino se hace caminando mientras la tierra se hace barro”, manifiestan en la nostálgica “En el camino” (el primer corte) sobre el arduo derrotero del rockero argento. Mientras que en “Acomodado”, la melodía pegadiza es acompañada de una autorreferencia sobre la tenacidad necesaria para aferrarse a los sueños: “Sujetemos bien el nido que al viento no lo podemos esquivar”.
Producido por Alejandro Fernández Alves, el segundo trabajo del cuarteto - conformado por Federico Arce (guitarra y voz), Alejo Lecuona (bajo y coros), Fabrizio Tursi (batería) y Francisco Tursi (percusión y coros) – abre de manera magistral con tres canciones que funcionan como un prólogo para preparar al oyente ante la riqueza musical que encontrará a lo largo del álbum.
Así la adrenalínica “Arenas movedizas” con un estribillo que ratifica el pulso rockero: “Hoy voy a romperlo todo para volverlo a armar”; una pieza de lisergia folk como “Más cerca de vos”; y una hermosa y sensible balada pop como “Miedo” con un dejo de inocencia (“Más miedo le tengo a volverme a enamorar”); marcan el rumbo sonoro del disco registrado en los estudios donde alguna vez grabaron Los Beatles, Pink Floyd, Iron Maiden, U2, Radiohead, entre otros.
Justamente cierta influencia britpop aparece en “Hermano” y la tonalidad que Federico Arce le imprime a su voz, inevitablemente, nos remite a ThomYorke, mientras que en “La parábola” la referencia podría conducir a “Tender” de Blur. En el disco también conviven ciertas reminiscencias infantiles en “El tigre”, que sugiere al acervo más sensible del Rock Nacional como podría ser “Tema de Pototo” de Almendra.
En un disco tan redondito y parejo como éste es difícil encontrar un tema que prevalezca por sobre otro. Pero si nos sometemos a un ejercicio de pura subjetividad, “La noche mundial” es el que más sorprende por su sonido y por la audacia de la banda. Esta canción comienza con un llamativo aire country con la guitarra y la bata marcando un punzantey acompasado ritmo. Y no podemos obviar a “Maremoto” con su oscura psicodelia onírica. Conformado de 15 canciones, se trata de un disco urgente que pide a gritos orejas atentas.
En la llanura que dejaron los 90’ (y unos cuantos años más) barriales, desde hace un tiempo, ha surgiendo una camada de bandas que, con proyectos interesantes, están revitalizando la escena nacional. Afortunadamente algunas de ellas, como Los Nuevos Monstruos, están asomando tímidamente en las grandes luminarias. Después de todo y como lo ratifican en el disco, el rock es un acto de fe.