Es absolutamente comprensible que mucha gente se sienta tentada de pasar el tiempo en este vasto lugar que llamamos Internet mirando a He-man cantar "What's up" (también conocida como "heyeayea") durante 5 horas. Dios sabe que todos lo hemos hecho. Y, por supuesto, no existe tal cosa como "demasiados videos de gatitos". Pero de vez en cuando, sólo de vez en cuando, sería bueno googlear algo que nos permita dejar de hablar de ciertos temas desde la absoluta ignorancia. De feminismo, por ejemplo. Y no es siquiera necesario llegar a "páginas serias" o a esa tierra de nadie que es el mundo de los blogs: con Wikipedia alcanza.
Con sólo leer la partecita antes del índice alcanzaría para que mucha gente deje de pronunciar aberraciones como "al final se quejan del machismo pero el feminismo es lo mismo", o la siempre hilarante "yo no soy ni feminista ni machista, soy humanista". (Tal vez esa gente debería googlear "humanismo" también.)
La desinformación es, en sí, algo poco afortunado. La desinformación en boca de la gente adepta al debate de verdulería es, en el peor de los casos, dañina. Pero la desinformación generalizada y naturalizada es mucho peor: es frustrante.
El feminismo no es la cara opuesta del machismo. Para eso existe otro nombre: hembrismo. El feminismo no odia a los hombres, sino que los defiende de las heridas que el propio machismo les inflige.
Y es que el machismo no sostiene la primacía del hombre sobre la mujer, sino la primacía del macho sobre todo lo demás. El hombre acicalado, el que llora, el que no apela a la violencia, es decir, el hombre "femenino" vive, también, bajo el yugo machista.
El feminismo no anula la femineidad; no se asquea ante las piernas depiladas y los rostros maquillados, sino que los toma como lo que son: elecciones personales.
Porque el feminismo defiende, entre tantas otras, la idea de que cada hombre y mujer tiene derecho de hacer y deshacer con su cuerpo y su vida lo que crea mejor, sin condicionamientos externos.
El feminismo no es una doctrina. No tiene mandamientos. No indica que tan ajustada debe ser nuestra ropa, qué hacer con el vello corporal, o a qué debemos dedicar nuestra vida adulta.
El feminismo protege nuestra decisión de usar tacos o zapatillas, de hacernos el shock de keratina o no saber qué es eso, de pintarnos las uñas o cortarlas a mordiscos, de ser amas de casa o salir a trabajar.
Mucha gente necesita comprender de qué hablamos cuando hablamos de feminismo, sobre todo aquellos que creen embanderar ese concepto. Usted señora, no se diga feminista si va a humillar a su hija al son de "no te crié para ser un ama de casa".
(Me permito aprovechar el final de este artículo para admitir que la referencia a He-man fue absolutamente gratuita e innecesaria, pero también inevitable).