El primer listón que deberán saltar todos los candidatos está cada vez más cerca. Sólo uno de cada partido logrará hacerlo. Algunas listas, las más pequeñas y apenas auto financiables, quedarán sin estandartes para medirse en octubre. La cuenta corriente convierte a algunos en Goliats imbatibles, pese a que algunos se crean David y con la honda de la incorruptibilidad de sus orígenes esta vez no puedan derribar al gigante.

Algunos contendientes pregonan una renovación y supervivencia total, pese a contener hasta hace poco a otrora fieles defensores de la última década que fueron obnubilados -brevemente- por un nuevo y fuerte cacique; cacique que prometía renovación y cambio, pero con los mismos soldados y chamanes de las tribus de la cual despotricaba.

Otros luchadores quieren mantenerse inmaculados, limpios, arios. Creen ser la raza superior, la del verdadero aire de recambio, aquel aire como el que mantiene flotando sus globos de colores; colores como los de los espejos que encandilaron y deslumbraron a los nativos americanos en la llegada de los conquistadores.

Estos conquistadores, que ahora pisan tierras inhóspitas, desoladas. Buenos Aires es como toda América. Europa, España, es la Ciudad, la Metrópolis. Y pisar ese terreno es adentrarse en la jungla. Debe mantenerse firme en sus convicciones de traer la Nueva Fe, la Cruz que anuncia la nueva y verdadera palabra, el cambio definitivo y la unificación de la sociedad que traerá según sus promesas.

Pero no siempre es fácil mantenerse con vida en un terreno tan abrupto y con tantos "indios sueltos".

Finalmente nos encontramos con los tradicionalistas, los continuistas, aquellos defensores de lo imposible. Si por un lado vienen vientos de cambio, estos otros temen que el viento se convierta en huracán, y ese huracán derribe sus chozas de hojas y los deje sin la comodidad a la que se habían acostumbrado tanto.

Estas chozas de hojas, tan poco amarradas a la realidad del suelo, pueden volarse fácilmente, sin la necesidad de que los puros soplen.

Estas hojas son díscolas, y pueden derrumbarse por sí mismas si se decide continuar con el proyecto. Los continuistas, los puros y los renovadores saben que pronto se decidirá su suerte. Agosto está cerca.