Definitivamente, Praga es uno de esos lugares que enamoran. Surcada por el río Moldava, fue desde sus inicios un emplazamiento estratégico para el intercambio comercial y se convirtió en lugar de paso para cuantos iban del este al oeste de Europa y viceversa. Fue este trajinar constante a lo largo de sus once siglos de historia, el que le dio a Praga su carácter único.
Las posibles rutas temáticas para quienes quieran conocer Praga son muchas, recorrer la Ciudad Vieja, pasear por el barrio judío y su cementerio, seguir los pasos de Kafka, viajar a través de su famosa cerveza Pilsen, etc. Una de ellas, es la que recorre el Callejón del Oro, una ruta pequeñita pero tan llena de historias y encanto que es ideal para echar a volar la imaginación.
El Callejón del Oro no es más que una hilera de pequeñas casas adosadas a la muralla del Castillo, pero en torno a él ha surgido más de una leyenda. Las primeras viviendas en este estrecho callejón, que parece el escenario perfecto para alguno de los cuentos de los Hermanos Grimm, se empezaron a levantar a finales del siglo XVI cuando los fusileros del emperador aprovecharon los pórticos adosados a la muralla, para construir sus casas.
Estas casas de vigas de madera y aire medieval, que están pintadas de llamativos colores, se han convertido en uno de los rincones más buscados por quienes visitan Praga, siguiendo el mito de que en ellas los antiguos alquimistas intentaban fabricar oro.
La verdad es que durante el siglo XIV, vivieron y trabajaron en el Callejón del Oro orfebres y artesanos, así que lo más probable es que el oro que ellos trabajaban fuera el único que hubo en el lugar. No obstante, el apelativo de Callejón del Oro surge más tarde, en los tiempos de Rodolfo II de Habsburgo, un personaje bastante controvertido. Amante de las artes pero desinteresado por los asuntos de gobierno, una de sus grandes excentricidades fue la alquimia, por lo que acogió en su corte a alquimistas y quiromantes provenientes de toda Europa, con la esperanza de que alguno de ellos consiguiera transformar metales en oro.
Por supuesto, nadie consiguió tan ambicioso objetivo, y aunque durante décadas se pensó que los talleres de los alquimistas estuvieron en las pequeñas casitas del Callejón del Oro, la verdad es que estuvieron ubicados en la Torre de la Pólvora, una de las tres construcciones defensivas del sector norte de la muralla.
Pero más allá del mito de los alquimistas, el Callejón del Oro es un rincón lleno de historias. La casa con el número 13, por ejemplo, es la única que conserva el trazado original con su arco de medio punto, mientras que la del número 19 es la más diminuta de toda la ciudad. Además, fue en el número 22, donde el escritor Franz Kafka se refugió para escribir algunas de sus obras más famosas.
Aunque, si se trata de magia y misterio, en el número 14 del Callejón del Oro vivió por algunos años la francesa Antoniette Savay, conocida como Madame de Thebes, una exitosa vidente cuyas predicciones eran de tal trascendencia que las seguía toda la diplomacia europea. En 1905 predijo que un incidente en Bélgica encendería toda Europa, y en 1913 señaló que Alemania desataría una guerra que amenazaría al continente, una guerra enormemente costosa y que al final perdería -la Primera Guerra Mundial-.
Alquimistas intentando convertir metales en oro, genios de la literatura creando mundos fantásticos, adivinas prediciendo futuros amenazadores que se hacen realidad, todo esto y más es el pequeño Callejón del Oro de Praga.