Los dos meses que me tomó atravesar las cinco provincias hacia el noroeste argentino transcurrieron sin sobresaltos. Soportando temperaturas de hasta más de 40 grados, aumentada por la cercanía al pavimento y ni una carrocería que te protegiera. En los 80 no se veía a nadie viajando en bicicleta, y ya comenzaban a verse las primeras motos, que no eran en mi entender las adecuadas para este tipo de travesías. Las ideales hicieron su aparición a principios de los 90.
La llegada a los pueblos y ciudades eran un acontecimiento distinto y poco usual para los habitantes y para mí.
Dormí en casas en donde esas familias, no habían salido nunca de su terruño, por lo tanto me sentaban y me decían: "¡Pues bien!, cuéntanos el viaje". Luego, sin buscarlo, se generó un fenómeno positivo que yo lo bauticé "Efecto circo": cuando un circo arriba a una localidad y se instala, dos días antes de irse de ese pueblo al siguiente, envían a un adelantado para hacer la publicidad correspondiente. Radios, periódicos y televisión local, yo pedía a estos medios que llamasen a sus colegas de las otras localidades, contando mi historia de viaje. Entonces me aguardaban para hacer la nota, no por una cuestión de ego, sino que -créanme- llegar a un sitio desconocido y en bicicleta descolocaba a la gente.
Pero al saber que uno va llegando por los medios de comunicación, el trato cambia.
¡Vaya si cambia! Por las noches (casi todas) la invitación a cenar en todo tipo de lugares era moneda corriente. Uno contaba y volvía a contar anécdotas del viaje, infinidad de veces. La llegada a la ciudad de Jujuy iba a ser la antesala al tramo más agotador, devastador y de una paciencia a prueba de todo, el Paso de Jama.
Me instalé dos días en la Quebrada de Humahuaca, me regalé paisajes por doquier y tomé coraje para cruzar la Cordillera de los Andes. En la coqueta y prolija localidad de San Pedro de Atacama, colmada de turistas de todo el mundo, me ofrecieron unas pastillas marrones para tolerar el 'soroche' o mal de montaña, apunamiento y varios calificativos diversos.
El soroche produce hipóxia, que es la falta de oxígeno al organismo. Comencé a subir entre cabritos y llamas que cruzan la ruta, como si caminasen despreocupados por una peatonal, el desierto me absorbió, debería ser como un minúsculo punto visto desde el aire- La vegetación era cada vez más escasa y mis fuerzas también, hasta que el soroche se encargó de mi cabeza. Llegué al Paso de Jama ( 4173 metros sobre el nivel del mar ), tres días después, ante la mirada atónita del personal de migraciones.