No ha pasado mucho tiempo -¿o sí?- desde que señalábamos que el cambio climático era el culpable de las diferentes catástrofes que vemos a diario en el mundo. Decir "mundo" nos hizo creer que este fenómeno era algo lejano, no sólo en distancia sino también en tiempo; pero la realidad nos indica que este problema ya no es parte del futuro ni es remoto, sino que ya lo empezamos a sufrir.

Si eres de Córdoba, seguramente estás todavía sorprendido por lo que pasó en las Sierras Chicas. Más allá de que fue un desastre que se pudo prever, la prevención es algo que en época de campañas políticas, o en el momento de invertir en viviendas, o a la hora de cultivar en grandes sectores, queda totalmente de lado.

Nos olvidamos de las consecuencias que provoca no estudiar la zona donde estamos construyendo. ¿Por qué? Seguramente, porque los antecedentes no son catastróficos y la necesidad de edificar nos apura, pero nos olvidamos del futuro, o lo vemos como algo que nunca llegará. De allí que la falta de previsión, más los acontecimientos relacionados a los cambios climáticos, sean un cóctel mortal. Sí, mortal; porque cuando las vidas, el presente y el futuro de nuestros ciudadanos o familiares se ve en peligro, recién ahí es cuando nos preguntamos por qué no lo anticipamos en el momento adecuado.

Hoy y desde hace mucho tiempo, contamos con una herramienta clave que es la meteorología, con su tecnología que cada vez avanza más.

Pero claro, ante la naturaleza cambiante no hay tecnología que pueda salvarnos de las "nubes negras" y de sus sorpresas.

La meteorología nos avisa, muchas veces con gran tino, sobre las condiciones climáticas que tendremos en las próximas semanas. Pero, cuando el problema es mucho más profundo, como por ejemplo haber construido en zonas inundables o que los puentes no hayan sido ideados para resistir golpes del agua y de piedras con fuerzas incalculables, no podemos siempre quejarnos del cambio climático o de la naturaleza en sí misma.

Ejemplos de desastres tenemos todos y cada uno de nosotros para contar sin alejarnos del lugar donde vivimos. Es en esas oportunidad cuando debemos pensar adónde estamos parados y darnos cuenta que el cambio climático ya llegó y no es para nada un problema de otro mundo, sino que es nuestro problema y es actual.

Por eso debemos ser conscientes de que todo lo que planeamos para nuestra vida y la de nuestros afectos, debe estar asentado en un escenario en el que estén pensadas y previstas qué condiciones climáticas del lugar, en su máxima expresión, pueden llegar a afectar a nuestro medio ambiente.

Es hora de considerar la prevención -no de los desastres, que en realidad pasarán, prevengamos o no-, y estudiar, investigar e informarnos acerca de los antecedentes del lugar elegido para nuestros días que vienen.

En esta zona del planeta los cambios climáticos no son definitivos, sino que son transitorios. Esto por un lado es bueno, porque uno definitivo sería capaz de acabar con las especies del lugar, pero uno transitorio es, en parte aleatorio en cuanto a los resultados; sabemos que puede pasar, cuándo puede pasar, pero por no haberlo previsto, no sabemos las consecuencias.

Hoy los cordobeses, los tucumanos, la gente de Catamarca, Salta y Jujuy, por nombrar a algunos de los lugares recientemente afectados, vive en carne propia los resultados de este tipo de desastres. Pero, ¿qué tal si, aunque todo esto sea triste, no vemos la luz? Ver lo positivo desde lo más negro es muy importante; pensemos que esto que pasó o está pasando es un mensaje de alerta, de que el futuro llegó y el mundo es este; ayudemos entonces a nuestros afectos a saber planear previniendo. Empecemos por casa y seamos conscientes que el cambio del clima es inevitable, pero las consecuencias graves no lo son y ello depende de nosotros.