El fenómeno de los asesinos seriales provoca una extraña fascinación en la sociedad. Estados Unidos es el país que más casos registra de "serial killers"; el número de individuos, la sofisticación de sus métodos y la violencia ejercida sobre las víctimas lo ubican en un podio indiscutible. Aún así, no es monopolio del país del Norte: uno de los más prolíficos criminales conocidos fue Luis Alfredo Garavito, colombiano que ostenta el triste récord de 220 homicidios, en su mayoría infantes, por lo que está considerado el mayor asesino de niños de la humanidad.
No es nuevo el interrogante, a pesar de los casos conocidos, de si existen o no asesinos seriales en nuestro país. Lo cierto es que, del listado conocido pocos coinciden con las características que el FBI difundió. ¿Cuáles son? Según el Bureau, es un individuo que comete más de tres asesinatos, con un período de tiempo entre cada hecho y con una metodología en particular. La motivación es compulsiva y no tiene fines monetarios (como el de un asesino a suedo) o ideológico (terroristas o genocidas).
De perfiles psicopáticos (sin sentimiento de culpa, necesidad de excitación y escasa capacidad afectiva) o psicóticos (sin noción de la realidad), lo cierto es que generalmente cesan sólo con la muerte del homicida.
Hay que diferenciarlos del asesino múltiple, que es el que mata a cierta cantidad de gente en un escaso período de tiempo (como el caso de la masacre de Columbine) o el asesinato en masa (en un solo hecho aniquila a gran cantidad de personas).
Todas estas características quitarían de la lista a algunos de nuestros casos autóctonos.
El primero conocido como asesino serial en nuestro país, era un inmigrante italiano llamado Cayetano Rossi. Este mataba a los bebés recién nacidos de sus hijastras, fruto de sus relaciones incestuosas. En el momento del parto o a escasos días de nacer, empleaba el ahorcamiento, golpes e incluso arrojando el cuerpecito al fuego, como método elegido para cometer los crímenes.
Sin embargo, su móvil, que era deshacerse de la prueba viviente del incesto, no coincide con las particularidades enunciadas. El sistema era parecido, pues era el que tenía a su alcance, pero el móvil lo aleja de un hecho compulsivo.
En cambio Santos Godino, "el Petiso Orejudo" encuadra en la calificación. Este, desde los siete años, llevaba infantes de corta edad hasta un baldío y los golpeaba o estrangulaba hasta ocasionarles la muerte. Se le adjudicaron cuatro homicidios, siete tentativas y el incendio de siete edificios. Su móvil era exclusivamente el acto en sí mismo.
Hubo un caso paradigmático, que es ignorado muchas veces por los anales del crimen, pero que constituye uno de los pocos que reúnen todas las características; Francisco Antonio Laureana, quien en 1975 mató y violó a 13 mujeres.
Cometía los crímenes los días miércoles o jueves después de las 18 y, cuando salía, advertía a su esposa e hijos "que tuviesen cuidado por los peligros de la calle". Abordaba a mujeres en paradas de colectivo o en sus casas en la localidad de San Isidro, las estrangulaba luego de violarlas y se quedaba con un objeto de la víctima como trofeo. Fue perseguido por la policía luego de ser reconocido a través de un identikit y murió acribillado en un gallinero.
Lo cierto es que el surgimiento de estos criminales es diferente, acorde a la sociedad en la que se desarrollan. Los Estados Unidos tienen diferencias culturales y conceptuales profundas, el nivel de belicosidad, la "certeza" que todo se resuelve con violencia extrema, la profesionalización temprana de las fuerzas de seguridad, son quizás explicaciones, sumado al tratamiento que los medios de comunicación hacen del tema.
Ese juego de gato y ratón que los asesinos seriales hacen con los investigadores y los medios no concuerda ni con nuestra historia ni con nuestro bagaje cultural. La realidad es que el fenómeno va creciendo en Latinoamérica y nosotros no estamos ajenos.
Las violaciones seriales sí son lamentablemente habituales, pero no se han encontrado en los homicidios denominadores comunes, ¿será porque no existen o por incapacidad o desidia?