La creencia de que el sueño es peor hoy que en el pasado es bastante generalizada, pero un nuevo estudio publicado en la revista Current Biology parece refutarlo. La investigación llevada a cabo en tres cazadores-recolectores de Tanzania, Namibia y Bolivia, lejos de las zonas industrializadas y con estilos de vida muy diferentes a las del Paleolítico, muestra que los patrones de sueño de hoy en día no son muy diferentes al de nuestros antepasados.

Aquí hay tres ideas comunes sobre el sueño que el estudio parece refutar. 

1. Nos vamos a dormir mucho tarde que antes

La luz eléctrica, que nos permite quedarnos hasta incluso en horas de oscuridad, y otra luz más dañina de tabletas y smartphones, no ayudan a conciliar los ritmos de sueño y vigilia. Pero el hábito de quedarse hasta tarde después de la cena, tal vez con una charla en torno al fuego, parece estar desde siempre en nuestro ADN (y puede haber contribuido a cimentar los lazos sociales). 

Jerome Siegel, un psiquiatra de la Universidad de California, Los Ángeles, ha supervisado las horas de sueño de la población Hadza en Tanzania, los San en Namibia y Tsimane en Bolivia con la ayuda de la muñequera de pulso.

Eso le ha permitido obtener datos de 1.165 noches de sueño distribuidos en las diferentes estaciones. Ninguno de los grupos estudiados fue a dormir al atardecer. Todas las poblaciones se iban a dormir en promedio durante las 3 horas y 20 minutos después de la puesta del sol. Es decir, que pasaban al menos dos horas para hablar en la más profunda oscuridad.

2. Dormimos menos horas que antes

Una típica noche de sueño reparador en los grupos estudiados dura unas 6 horas y 25 minutos, es decir, como una mala noche de sueño entre semana europea.

En invierno, las poblaciones monitoreadas dormían un promedio de una hora más que en verano. Todos los grupos iban a la cama cuando la temperatura ambiente se reducía drásticamente, y se despertaban cuando la temperatura mínima diaria era confortable, justo después del amanecer.

Una cifra que servirá para aclarar si el sueño en una habitación donde la temperatura sufre una fuerte caída - como en la naturaleza - puede ayudar a aquellos que tienen problemas para conciliar el sueño. 

3. Deberíamos dormir más

En cierto modo es verdad, y en especial para ciertos grupos de edad (por ejemplo, adolescentes). Pero la convicción de estar afectados por una falta crónica de sueño parece una obsesión moderna, una antesala al mal uso de los medicamentos para el insomnio.

Los que viven sin luz eléctrica y pantallas LED no duermen mucho más que nosotros. Pero, a diferencia de nosotros, se despiertan al amanecer cada mañana sin rechistar. Cosa que para la gente de la actualidad parece que sea algo terrible porque se fueron a dormir tarde y les toca despertarse pronto, eso ya les quita su tiempo para dormir. 

Eso sí, lo que si podría ayudar realmente a las personas que tienen complicación para poder dormir es tratar se imitar una situación en la naturaleza. Es decir, conseguir unas condiciones de temperatura y de luz similares a las que tendrían si durmieran en plena naturaleza.