Eran las siete de la tarde, el día se despedía del sol y la gente comenzaba a acercarse al Cilindro de Avellaneda. Era un momento mágico para cualquiera que vista la celeste y blanca, ya que en pocas horas iba a disputarse uno de los encuentros más importantes del año: Racing debía ganar para ir a penales (si es que el encuentro finalizaba 1 a 0) o pasar directo (si es que se quedaba con la victoria por 2 a 0) para obtener una plaza en la Semifinal de la Copa Libertadores.
La esperanza, la fe y el #RacingPositivo se respiraba en el aire. A pocos le importaba lo que había pasado el día anterior con River (los de Gallardo golearon 3 a 0 en Brasil a Cruzeiro y pasaron a la próxima ronda), si no que todos se enfocaban en ese momento maravilloso e inigualable.
El presente que vive La Academia es uno de los mejores, teniendo en cuenta todo lo que tuvimos que pasar a lo largo de nuestra historia. Además, era imposible no tener expectativas, ya que este Racing cuenta con un plus especial: la presencia de Diego Milito. El "Principe", el héroe de Avellaneda, volvió a vestir la celeste y blanca para ser campeón y cumplió su objetivo. Y no solo eso, sino que con su presencia y profesionalismo consiguió sacarle presión a muchos de sus compañeros, debido que antes de que él volviera a pisar el césped del Estadio Presidente Perón las cosas no estaban bien en la institución.
El reloj marcó las 21, el equipo salió a la cancha y el recibimiento fue inmenso.
La gente dejó el alma y el corazón al grito de "Dale campeón, dale campeón", acompañado por su nueva canción que finaliza con un fuerte y vivo "fuimos campeones, ahora vamos por la Libertadores", que continúa con un recordatorio a su clásico rival (al cual le ganó el domingo pasado por 1 a 0) que tuvo un paso reciente por el Nacional B.
Los minutos corrían, las gargantas explotaban y los nervios se hacían cada vez más evidentes. El equipo, con coraje, fuerza y juego, hacía lo que tenía que hacer en el verde césped, mientras que las miles de almas en las tribunas también hacían su trabajo. Parecía estar todo dado para que las cosas se den como la gente presente esperaba y más aún cuando Sebastián Saja fue expulsado por impedir el gol de Guaraní con falta y Nelson Ibáñez, quién ocupó su lugar, atajó el penal que, de haber sido gol, le daba la ventaja por 3 a 0 al conjunto paraguayo.
Y así como los 9 académicos en el campo de juego fueron a abrazar a su arquero, todos en la tribuna imitaron la acción con quien fuese que esté a su lado.
Hubo minutos de respiro y la historia volvió a empezar. La Academia buscó de todas las formas poder marcar ese gol que ponía las cosas iguales (Guaraní había ganado en el partido de ida por 1 a 0), pero el guardameta rival le impidió la posibilidad de lograr su objetivo.
Abatidos, muchos de los futbolístas se tiraron en el campo de juego y, con lagrimas en los ojos, mostraron la tristeza que les daba haber quedado afuera de la Libertadores. En simultáneo, desde la tribuna, muchos ojos con lagrimas rompían las palmas en aplausos para un equipo que dejó todo, pero no pudo plasmar eso en el resultado.
La tristeza mezclada con bronca cuando es con orgullo es diferente. Este equipo, dirigido por Diego Cocca y encabezado por Diego Milito, le devolvió al club ese gen ganador que todos necesitábamos y el que nos da la pauta que vamos en buen camino. Por eso, tal como se cantó cuando el equipo se despidió: "Muchas gracias toda la vida".