Su nombre real, el que sus padres le pusieron al nacer, es Destiny Hope Cyrus, pero a lo largo de su todavía escasa vida ha sido reconocida por otros, que basculan entre artísticos y motes populares, incluyendo aquel con el que se la conocía de pequeña, Smiley, debido a lo sonriente que siempre ha sido. Nombres todos igual de válidos para identificar a una artista que se ha ido convirtiendo en un personaje que comenzó su carrera en la Música y en el Cine metida en la piel de Hannah Montana, la protagonista de una famosa serie producida por el canal Disney Channel, que la convirtió en icono juvenil y en una de las personalidades más influyentes para toda una generación.

Las niñas querían ser como Hannah Montana, querían incluso ser ella y sus kit de merchandising se vendían como caramelos. La chica se convirtió en el papel que interpretaba y llegó un momento en que era complicado distinguir a la actriz del personaje. Todo bajo la supervisión y el beneplácito de su padre, el conocido, y posteriormente eclipsado por ella, cantante de country Billy Ray Cyrus, responsable de aquel famoso Don´t break my heart que tanto se bailó en su momento.

Pero todos los niños prodigio crecen y muchos se pierden en el camino por no saber elegir una carrera acorde con su talento o por la falta de interés de los productores o del público en ver a la antigua celebridad infantil en una nueva faceta, y Miley Cyrus, como no iba a ser menos, tenía que tener un plan para resurgir con fuerza en un mundo donde la imagen lo es casi todo y la reputación hace el resto.

Cortó su pelo, cambió su vestuario por uno cada día más explosivo y sobre todo le dio un giro a su actitud, entrando en ese peligroso terreno entre la originalidad y la controversia.

2009 y Party in the U.S.A. comenzaba a marcar una diferencia con la antigua cantante a la que los niños adoraban. En 2010 con Can´t be tamed su imagen ya era la de una adolescente más sexual, característica que consolidó en 2013 con Wrecking ball, tema del disco Bangerz que se convirtió en un hito en su carrera.

Pelo casi rapado, tatuajes, largas uñas postizas, y lengua fuera como distintivo de una etapa aún por explorar en la que su creatividad está llegando al nivel de las de otras compañeras de profesión, como Britney Spears, quien también ha evolucionado aunque no de manera tan radical, o Rihanna, que no ha cambiado su imagen de cantante rebelde desde que empezó ni ha bajado en ningún momento el listón de la gran artista que siempre ha demostrado ser.

Miley es ahora un nombre con personalidad dentro de la industria musical que se ha ganado por derecho propio el reconocimiento como vocalista al mando de temas pop con el toque adulto que el mercado requiere. Y lo ha conseguido sin dejar rastro del antiguo mito infantil que también fue y que con tanto cariños se sigue recordando. Resulta admirable que ambos hayan sido reconocidos por los públicos a los que cada etapa se ha dirigido, y que Miley, en su nueva vida de chica rebelde generadora de escándalos sea también aplaudida como la estupenda cantante que es.