Los niños y los adolescentes tienen avidez por liderazgo: Líder no es aquel que manda, sino el que guía con seguridad en indiscutible muestra de tener como bandera el bien de los demás. Los hijos saben que por encima de sus caprichos todo cuanto quieren demanda de un apoyo; por eso recurren a sus padres reconociendo en ellos autoridad.

Los padres demandan obediencia, pero empujar no es lo mismo que guiar. Sostenían los antiguos que "se enseña con el ejemplo, luego con el ejemplo y finalmente con el ejemplo". Se busca poner límites a sus mentiras, pero ayer nomás se los obligó a que digan al cobrador: "mis padres no están".

Podrán escuchar que no se miente, pero, ¿aceptarán lo que escuchan? Contenerlos en la verdad dando ejemplo de integridad sería enfrentar la situación y sumar la declaración de fe: "mire hijo, tuve que dar la cara porque es lo que corresponde".

Los gritos, aliados de los reproches, incomodan al oído más tosco, destruyendo la sana comunicación. La ecuación es sencilla; "mejor lejos y en paz", "prefiero hablar con mis amigos". Cuando la confianza se pierde, también el diálogo.

Ponerlos frente a la conciencia es mejor que exponerlos a acusaciones sin previo juicio. Preguntar ¿por qué lo hicieron? es lo mismo que preguntar ¿les parece bien lo que hicieron? Más justo aún cuando no se tienen pruebas: ¿es verdad que hicieron esto?

Creer que pueden ser de suma importancia los obsequios, no acallará el grito silencioso que asegura las caricias de una madre y el firme y franco abrazo de un padre. ¡Valen más que todo el oro del mundo! La presencia de papá y mamá es más importante que cualquier cosa en la vida. Adultos hay que en sus cavilaciones recuerdan a padres ausentes en una exhibición de gimnasia.

Ocupados en muchas tareas por buscar un buen porvenir para los hijos, no es lo mismo tomar el teléfono y preguntar "¿Adónde estás?, ¿Qué estás haciendo?" que decir, "aquí estoy, pensando en ti, yo en el trabajo ¿y tú?"

Agobiados por la rutina se toma el camino más corto, el de las exigencias, escuchándose expresiones como "No quiero que dejes tus cosas tiradas" "no quiero al regresar ver tu cuarto desordenado".

Sin querer, de este modo se los empuja a esperar su libertad para hacer lo que ellos quieren. Aunque independientes, no deberán dejar sus cosas tiradas, ni deberán dejar sus cuartos desordenados.

Aunque por diferentes motivos no se pueda estar más tiempo juntos, contención, diálogo, afecto, e instruir en el deber pueden hacer posible estar más cerca de ellos, además de constituirse en cuatro puntos cardinales de la brújula de amor para no perder el rumbo de la educación de nuestros hijos.