El día que recibió sus primeras amenazas a su teléfono celular, Eder Narvaez Sierra tenía 23 años y todavía no había concluido sus estudios de comunicador social/periodista. Las primeras intimidaciones llegaron el 6 de marzo de 2014 a su teléfono personal, donde recibió un mensaje en el que le daban 24 horas para salir del municipio. Un mensaje posterior le afirmaba no sólo que él iba a ser asesinado, sino que sus colaboradores sufrirían ese mismo destino. De ese modo, ese marzo de 2014, se convertía en el periodista colombiano más joven en ser amenazado.
Me encuentro con Eder en la sede de la Universidad de Antioquia, en la ciudad de Caucasia, ubicada en una de las zonas más críticas para ejercer el periodismo en Colombia por la fuerte presencia de paramilitares, y por frecuentes ataques a la Prensa que han hecho que hoy, ocho comunicadores se encuentren amenazados y uno, asesinado por bandas criminales durante el último mes de agosto.
El parque de la Universidad es un extenso terreno con árboles, lagartos y mesas, y en una de ellas, algo apartada de los edificios y demás personas que circulan por la institución, nos ubicamos para hablar con tranquilidad. Eder se sienta sobre la mesa mientras preparo el equipo de grabación. Me comenta sobre la vez que lo amenazaron y de aquella otra vez en la que, cubriendo una manifestación minera para Teleantioquia Noticias, un grupo de policías del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) lo rodeó, intentó quitarle la cámara y lo golpeó hasta dejarle la camisa repleta de sangre y una cicatriz en la parte trasera de la cabeza.
Por aquel entonces Eder era aún un estudiante, y pensó en dejar el periodismo. "¿Qué garantías hay en este país para ejercer el periodismo? Si cuando uno está estudiando ya lo amenazan y lo agreden, ¿cómo será cuando sea un profesional que esté en la calle cubriendo hechos noticiosos? Entonces la conclusión es que no tenemos la mínima garantía" para desarrollar la profesión.
A partir de ahí, y especialmente después del asesinato de su colega Luis Cervantes -a quien el Estado le había retirado la escolta un mes antes por considerarlo fuera de peligro-, Eder supo que la mejor forma de evitar mayores problemas es la autoprotección. Y que ello en ocasiones incluye la autocensura.
El artículo 73 de la Constitución Política de Colombia establece que "la actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independencia profesional", pero "cuando vamos a la realidad esto es totalmente distinto.
En el Bajo Cauca no tenemos libertad de expresión, porque hablar de que sí hay es hablar de que tenemos una libertad a medias, y no sería libertad de expresión en su totalidad".
La situación del ejercicio periodístico en Caucasia y el Bajo Cauca en general es crítica. A pesar de las medidas de protección otorgadas por el Estado a algunos de los comunicadores, la falta de resultados en las investigaciones ante las agresiones sigue siendo uno de los principales problemas. En Colombia, la impunidad en torno a las amenazas a periodistas ronda el 99%.
Tanto Eder como otros periodistas de la región esperan que el Estado tome un rol más comprometido con la libertad de expresión. "No suena descabellado pedir a las autoridades, a la policía, al ejército que se cree un grupo especializado en el país encargado en vigilar, de monitorear los periodistas en Colombia y que además sea el encargado de adelantar investigaciones". Hasta que pueda darse esa situación, la autoprotección y la autocensura continuarán siendo la regla.