Cuando el 5 de mayo de 1818, Karl Marx nacía bajo el Imperio Prusiano, el mundo capitalista en auge, aún daba sus últimos certeros golpes a la monarquías absolutas europeas, que estirarían su deceso disfrazándose de modernas, pero con la misma esencia feudal de siempre.
El hombre que cambió la historia del mundo, se formó a la luz de la revolución francesa de 1830, que demostró que los intereses de las clases burguesas eran autónomos e iban en contradicción con las clases explotadas. Estudió con Hegel y adquirió el método dialéctico que sería la base de su profunda investigación histórica, política y económica, lumbre para el camino de los explotados del mundo.
Las verdades de Marx sobre la lucha de clases y el materialismo histórico evolucionaron junto a la evolución tecnológica capitalista. Evolución ligada al cambio, a la revolución de los sistemas de poder y en definitiva, a la emancipación del hombre. Es que los capitalistas explotan hasta deshumanizar al trabajador y lo ven convertido en objeto, parte su propiedad privada; elemento descartable que según los números de sus rentas, pueden cambiar, arreglar, o si no les sirve más, tirarlos a la basura y comprar otro.
Marx abrió el camino para la liberación de toda la humanidad, junto a otros cofundadores de la Primera Internacional, más románticos y menos científicos; junto a Bakunin fueron el punto de partida para la lucha de los trabajadores, para irrumpir en la historia como sujetos protagonistas por la lucha de la liberación del ser humano.
Las ideas de Marx adaptadas a nuestro tiempo, reflejan los mismos inconvenientes, pero con mayor complejidad. Hoy la enajenación no está 12 o 14 horas al día en el ámbito laboral solamente; sino que sigue las 24 horas, a través de los medios masivos de comunicación, que sujetan al sujeto con el objetivo de anular su capacidad de pensamiento.
Hace unos días se volvió a emitir el programa de Marcelo Tinelli.
Tinelli, no es Tinelli, sino lo que simboliza, lo que genera, lo que produce. ¿Qué produce Tinelli? ¿De qué lado están sus intereses? ¿Es democrático? ¿Por qué tantos lo observan? Son muchas preguntas, que a través de un método marxista heterodoxo, podemos explicar.
Este empresario produce algo inmaterial, algo que no se puede tocar pero que se puede observar y percibir, que es diversión. Esta es comprada por millones de personas, con recursos materiales concretos, es decir, dinero. Pero Tinelli necesita un medio para llegar a millones, porque teatros o estadios, no le alcanzan y como Tinelli es capitalista, busca maximizar sus ganancias y su producto abstracto, por cuanto debe ser vendido a como dé lugar. Si la audiencia baja, entonces entra la dictadura de los medios para imponerlo. Publicidad hasta debajo de la cama de cualquier habitante para popularizar lo ridículo. Así se deteriora la relación con la audiencia, y se la cosifica, aunque sean seres humanos y no mercancía.
En definitiva, lo que desea Tinelli es mantener un statu quo, en que el poder que le da su éxito capitalista, lo mantenga como referente de la derecha para cuidar sus ganancias.
La dictadura de los medios de comunicación, es una dictadura sutil, que entra por las radios, por los televisores, por internet. Pareciera no ser agresiva, al disfrazarse bajo la sotana de la libertad de expresión, pero lo es cuando ocultan verdades. Por eso odian la estatización de cualquier empresa.
Las cartas siempre las reparten los mismos. María Elena Walsh hablaba de los que tenían la sartén por el mango y el mango también.
Hoy los medios masivos se encuentran en la cúspide del capitalismo mundial, y tienen el poder del dinero y de la información, que les sirve más que nada para desinformar, entretener de manera idiotizante e hipnotizar a las masas que, en vez de estar dándole comida al chancho de Tinelli, debieran estar creando y recreando formas de política, alejadas de los circos y cercanas a las problemáticas sociales. Marx ya nos lo dijo: "Proletarios del mundo uníos".