Llevan décadas ganándose el corazón de los espectadores españoles con fama, elogios y premios. Y no es para menos. Los merecen porque engrandecen las coproducciones en las que participan. Verlos en un film en el que España y Argentina se dan la mano resulta de lo más gratificante, siempre con ese acento tan característico y tan portentoso que da la tierra que tiene a Buenos Aires como capital. Un acento que, por cierto, Leonardo Sbaraglia neutralizó para interpretar a Tomás en Intacto. El esfuerzo le valió el premio Goya al Mejor Actor Revelación, aunque ya era toda una celebridad debido al éxito de Plata quemada, del reconocidísimo Marcelo Piñeyro, el Goya a la Mejor Película Extranjera de Habla Hispana del año 2001.

Su compañero de reparto entonces fue el sex symbol español Eduardo Noriega y a los dos se les alabó tanto como a la película, por lo que al llegar Intacto pocas dudas hubo a la hora de premiar al favorito de la noche. Una gran carrera le esperaba a Sbaraglia en España con títulos como En la ciudad sin límites, Concursante o El rey de la montaña, que no tuvo el éxito que merecía, pero que queda en su filmografía como joya indiscutible.

El que tampoco puede quejarse de carrera en España es Ricardo Darín, el genio descubierto en Nueve reinas que después de triunfar con ellas, y de romper las taquillas con El hijo de la novia y Kamchatka, se convirtió en paradigma del actor argentino infalible, el que elige bien sus proyectos y los interpreta mejor.

El secreto de sus ojos lo consagró definitivamente: una cinta perfecta que caló hondo y que obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera en la ceremonia del año 2010. Después de aquel hito se puso a las órdenes de Fernando Trueba en El baile de la Victoria, que tuvo 9 candidaturas a los Goya, aunque ninguna de las categorías se acabara materializando en premio.

Recientemente se le ha podido ver en las espléndidas Una pistola en cada mano y Séptimo, junto a Belén Rueda y en breve llega a España uno de sus trabajos más esperados: Relatos salvajes, en cuyo reparto coral coincide con Leonardo Sbaraglia. A buen seguro volverá a ganarse la admiración de los que ya lo hacían y conquistará al público al que le faltaba por llegar.

Después de dos clásicos modernos llega el turno de otro par, más consagrado si cabe: Federico Luppi y Héctor Aterio. Nacieron para ser maestros y como tal están considerados. Los Últimos días de la víctima (1982) o La historia oficial (1985) son ejemplos respectivos de que su fama, por edad y méritos, viene de tiempo atrás. Pero luego han brillado en la pequeña y la gran pantalla y a través de géneros diversos, caso de Cronos o Un lugar en el mundo el primero y las series de televisión Segunda enseñanza, Vientos de agua o El barco el segundo. Solo con que leamos sus nombres en los créditos de una película ésta parece adquirir inmediatamente el aura de cinta recomendada: si ellos participan algún buen motivo tendrá el proyecto para que se vieran atrapados. Y, de paso, nos atrapan a nosotros, que nos dejamos encantados, a sabiendas de que no van a defraudarnos.